Opinión

Sánchez se inspira en el ‘procés’

Hace unos años el dirigente del PP catalán Juan Milián publicó un libro premonitorio: El proceso español (Deusto, 2021). Yo, claro, me lo leí. El autor advertía de que «el proceso independentista es una lección no aprendida por una España que está repitiendo el mismo error». Es decir, utilizar las mismas técnicas populistas para intentar mantenerse en el poder.

Milián, (Morella -Castellón-,1981) aúna a su vertiente teórica su experiencia práctica. Licenciado en políticas, fue diputado en el Parlament entre el 2012 y el 2017. O sea que presenció de primera mano los sucesos. Ahora es el número dos de Daniel Sirera en el Ayuntamiento de Barcelona. En la obra no solo describía el procés, sino que alertaba de «los paralelismos» que empezaban a observarse en la política española. Y alertaba de que era «la misma forma populista de gobernar: creando enemigos y desinformando, estresando a la sociedad y alentando la desconfianza». Seguro que les suena.

Basta fijarse en el hecho de que Pedro Sánchez haya presentado una querella por prevaricación contra el juez Peinado. Es lo mismo que hizo Carles Puigdemont contra el juez Aguirre por la trama rusa. Lo hace nada menos que el presidente del Gobierno. Aprovechando además una institución del Estado, como es la abogacía general del Estado, que pone a su servicio. Como ya ha hecho, por otra parte, con la fiscalía. Es también el mismo personaje que hace apenas unas semanas aseguraba que «sigo creyendo en la justicia» en un lugar tan solemne como el Congreso de los Diputados.

Claro que el abogado de su mujer, Antonio Camacho, que fue ministro del Interior con Zapatero durante unos meses el 2011, también manifestó que su cliente estaba «dispuesta a declarar». Apenas unas semanas antes de que se negara a hacerlo.

Ya falta poco -al ministro Bolaños creo que ganas no le faltan- para que cuestionen al juez Peinado desde la tribuna del mismo Parlamento. Como hizo Míriam Nogueras cuando citó por su nombre «a los jueces del procés»: «Marchena, Llarena, Espejel, Lesmes y Carmen Lamela». Hasta aseguró que había que juzgarles «de inmediato» y les calificó de «indecentes». Un poco más y los manda fusilar.

Lo bueno es que nadie conocía la existencia del juez Peinado, ni siquiera su cara, hasta hace poco. Era uno más de los más de 5.000 jueces y magistrados que hay en España y que intentan cumplir con su deber. Sospecho que, dado su anonimato, tampoco tiene una especial filiación política. Aunque algunos han querido buscarle tres pies al gato.

Juan Milián, en su ensayo, añadía también que «la gran mentira del procés» no podría haberse llevado a cabo sin la colaboración de la inmensa mayoría de medios de comunicación catalanes. Públicos y hasta privados. «España es una dictadura con ‘presos políticos’ y ‘exiliados’, y lo explican a todas horas en TV3 y Catalunya Ràdio sin importarles la enorme contradicción», recordaba.

Ahí también la Moncloa ha copiado la técnica con su ofensiva contra «los bulos», la «fachosfera», los «tabloides digitales» o los «pseudomedios». Todos aquellos que no son de su cuerda. El mismo Gobierno ha echado toda la carne en el asador con la rueda de prensa en la que la portavoz, Pilar Alegría, ha calificado la investigación judicial de «montaje». Esto, si me permite la ministra, lo decidirá el juez.

Lo lamento por ustedes. Antes, los catalanes, exportábamos cava o fuets al resto de España. Ahora lo peor de la política. Ahora hemos exportado el procés.