Sánchez a oscuras: ni luz ni explicaciones
Cuando España se sumió en la penumbra —y no hablo sólo de la eléctrica, sino de la otra, la habitual, la política—, muchos esperaron una palabra urgente del presidente. Una frase de mando, un gesto firme, una de esas decisiones que en otros tiempos separaban a los jefes de los funcionarios. Pero pasaron más de seis largas horas, y la Moncloa seguía en silencio, mientras el país entero, huérfano de noticias y de luz, buscaba a tientas su normalidad perdida.
Sánchez apareció tarde, como los malos novelistas, que entran al desenlace cuando ya todo está contado. Y cuando lo hizo, fue para comparecer sin comparecer: habló, sí, pero no explicó nada. No hubo causas, no hubo contexto, no hubo alma en su discurso ni dignidad en su gesto.
Porque España, no sólo sufrió un apagón de kilovatios: sufrió otro aún peor, un apagón de liderazgo. Los rumores, en cambio, no tardaron. Que si un posible hackeo extranjero, que si sabotaje informático, que si ensayo encubierto de ciberguerra. Los diarios digitales ardían mientras los hospitales tiraban de generadores y los ascensores se quedaban como trampas verticales, inmóviles y vacías. Y allí estaba España, dándose cuenta —como siempre tarde— de que su infraestructura moderna sigue siendo un castillo medieval si alguien sopla fuerte desde Moscú, Pekín, Irán o vaya usted a saber desde dónde.
Alguien dijo en una de sus cavilaciones furiosas que «a España la han matado siempre los idiotas que iban de listos». Y ayer vimos, en directo y a oscuras, cómo esa cita se actualizaba en carne viva. Porque un presidente serio habría convocado al país, habría informado con rigor, habría admitido preguntas. Pero aquí no: aquí se montó una escenografía sin respuestas, una rueda de prensa sin prensa, un teatro sin público.
No se sabe —o no se dice— si fue un fallo interno, un ataque extranjero o un simple acto de negligencia tecnológica. Lo cierto es que los españoles, una vez más, tuvimos que buscar las explicaciones en Twitter, en los grupos de WhatsApp, en la voz temblorosa de los locutores de radio, mientras los políticos hacían lo de siempre: esperar que pase el temporal escondidos en los pasillos de los palacios.
España funcionó ayer no gracias a su Gobierno, sino a pesar de él. Fueron los médicos, los bomberos, los técnicos de emergencias, los operarios anónimos, los ciudadanos pacientes quienes sostuvieron, a pulso, la vida cotidiana mientras las pantallas permanecían negras y las sirenas rompían la tarde.
Y, así, como siempre, Sánchez decidió dar una nueva clase magistral de desinformación política. El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, junto al eurodiputado Esteban González Pons, lanzaban críticas este lunes por la «ausencia de información sin precedentes» por parte del Gobierno y de Sánchez y claro han exigido información puntual de lo ocurrido. En declaraciones a los medios de comunicación en Valencia, precisamente minutos antes de la comparecencia del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, sobre este asunto, Núñez Feijóo ha lamentado que al tiempo que «la preocupación va creciendo», «la desinformación se va acumulando».
La ironía del asunto es que, a pesar de la creciente preocupación y el clamor de todos por respuestas, Sánchez se sigue aferrando a su habilidad de dar vueltas al vacío.
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