Opinión

El Real Madrid, también campeón en señorío

Hay gestos que trascienden en mucho al mero resultado deportivo y que demuestran que el fútbol, más allá de lo puramente competitivo, puede convertirse -debería serlo con más frecuencia- en un deporte transmisor de principios, en una auténtica escuela de valores. El gesto del Real Madrid de renunciar a recibir el próximo fin de semana la copa de campeones de la Liga en su visita a Granada, un equipo que ese mismo día puede estar matemáticamente descendido, es una demostración de deportividad que merece ser subrayada. Es difícil dar rienda suelta al júbilo cuando, al mismo tiempo, jugadores y la afición del equipo rival pueden estar lógicamente abatidos. La grandeza en el deporte consiste precisamente en eso: en saborear las mieles del triunfo sin herir a quienes sufren la hiel de la derrota. En eso, el Madrid también es campeón, porque un equipo es grande no sólo cuando termina primero, sino cuando sabe respetar el dolor de quienes atraviesan momentos difíciles.

El gesto del club blanco le honra y hace honor a su historia, pero, sobre todo, dignifica al deporte. El fútbol es un fenómeno sociológico de primera magnitud que tiene una portentosa capacidad de influir en la opinión pública.

Estamos acostumbrados a que el fútbol se convierta en una gigantesca máquina de generar polémica a costa de la actuación de este o aquel jugador, árbitro o entrenador. Pero el fútbol, más allá de su condición de crisol de pasiones de enfrentadas, tiene otra dimensión: la de servir de transmisor de esos valores que encarnan lo mejor del deporte y que no tienen que ver con los resultados ni con la tabla de clasificación.

El fútbol puede ser una escuela de vida y gestos como el del Real Madrid suponen una auténtica lección de dignidad y principios que conviene resaltar para no quedarnos sólo en lo meramente competitivo. La copa de la Liga puede esperar, entre otras cosas porque aplazar la recepción de un trofeo por respeto a la afición y al equipo rival es ganar dos veces.