El prófugo, el regente y el traidor

El prófugo, el regente y el traidor

Esperpento:

  1. 
Persona o cosa que destaca por su fealdad, desaliño o apariencia ridícula o grotesca.
  2. 
Género literario que se caracteriza por la presentación de una realidad deformada y grotesca y la degradación de los valores consagrados a una situación ridícula.

 Esta semana hemos vivido un episodio más del esperpento Puigdemont en las dos acepciones del diccionario, la que describe al personaje y la que es de aplicación al proceso que protagonizan desde hace años los independentistas y sediciosos catalanes.

Esta serie del género esperpéntico se inició cuando su protagonista principal -uno de los personajes más ridículos y cobardones de la historia moderna de España- se dio a la fuga escondido en el maletero de su coche dejando en la estacada al resto de los protagonistas con los que había rodado el capitulo piloto de La republiqueta.

Desde que Puigdemont salió del maletero todo ha sido grotesco. No hay espacio en este artículo para repasar todas las fantochadas protagonizadas por el personaje  y por los actores secundarios que, superado el primer sobresalto,  tampoco le han ido a la zaga pues los pícaros, esa figura  de la España feudal magistralmente glosada en “El lazarillo de Tormes”, tienen mucho predicamento entre los sediciosos de Cataluña.

Para vergüenza de los españoles que nos sentimos orgullosos de nuestra historia democrática el esperpéntico Puigdemont  y su séquito han recorrido ya varias plazas de Europa. A lo mejor no somos conscientes, pero lo que ve un alemán, un francés, un italiano, un sueco, un británico… vamos, hasta un belga, es a un español que destaca por su fealdad, desaliño o apariencia ridícula o grotesca.  No es que el mundo esté pendiente de lo que hace Puigdemont, pero las bufonadas tienen su público.

¿Qué creen que piensan un francés o un alemán cuando el presidente del Gobierno de una región de España acude al auxilio del prófugo de la justicia convertido en bufón? ¿Qué creen que pensarán un italiano, un sueco, un holandés cuando ven al representante ordinario del Estado español  en Cataluña aplaudiendo al prófugo  mientras este insulta a la democracia española y a sus instituciones? ¿Qué creen que pensarán nuestros socios europeos cuando sepan que el presidente del Gobierno de España mantiene su apuesta por negociar el futuro de nuestro país con un político que se ha ido a Cerdeña a apoyar la última opereta bufa de Puigdemont mientras calificaba de “represión” las resoluciones judiciales y exigía “amnistía” y “autodeterminación” para Cataluña, la región  cuyo gobierno preside?

En España no hay represión, sino leyes democráticas y jueces y tribunales que tienen la obligación de garantizar el imperio de la ley. Todos los españoles están sometidos a la ley y todos ellos deben rendir cuentas por sus actos ante los tribunales de justicia.

La amnistía es una figura jurídica que el estado utiliza de forma excepcional para perdonar determinados delitos, generalmente  políticos. Pero ni los sediciosos condenados (como  Junqueras, el jefe directo de Aragonés) ni quienes se dieron a la fuga (como el esperpéntico Puigdemont) han sido acusados y/o condenados por cuestiones ideológicas o políticas, sino por delitos cometer delitos contra el orden constitucional y por robar el dinero público para cometerlos. En España no hay presos ni prófugos políticos sino delincuentes en grado de sentenciados y condenados o huidos de la justicia.

Ninguna constitución democrática del mundo recoge el derecho de autodeterminación, pues resultaría una contradicción. No hay ninguna parte de España que sea una colonia o que haya sido invadida (definición de Naciones Unidas). Cualquier apelación a la autodeterminación como la que acaba de reiterar Aragonés supone insultar a la democracia española.

Ningún presidente decente aceptaría que se insultara de ese modo a su país. Cualquier político decente habría ya exigido a Aragonés que rectificara sus palabras. Porque la soflama del presidente de la Generalidad no es una propuesta ideológica sino un insulto inaceptable. Tras el último capítulo del esperpento Europa entera es consciente de que tanto el personaje como la serie están esponsorizados por el presidente del Gobierno de España, que no solo no ha salido en defensa de nuestro país y de la dignidad de sus instituciones, sino que ha reiterado su apuesta de seguir negociando el futuro de España con ese presidente autonómico que califica de dictadura a nuestro país, de vengadores a los jueces y de presos políticos a los delincuentes.

El problema de España no es sólo que haya un prófugo de la justicia dando la peor de las imágenes de nuestro país mientras el regente se  ha servido de la democracia para ocupar la presidencia de una institución desde la que trabaja para deslegitimar el estado de Derecho y nuestro orden constitucional. El drama de España es que los europeos todos pueden ver que Puigdemont no es una anécdota, sino que todo el esperpento, toda la degradación de valores está sostenida y financiada por Pedro Sánchez, el gran traidor que desde la Moncloa dirige con mano firme, sin prisa pero sin pausa, la demolición de nuestra democracia.

Y, visto así, me pregunto si podemos aún esperar que un juez europeo vaya a entregar a España a un prófugo de la justicia considerado “perseguido político” por los propios gobernantes españoles. Me pregunto hasta qué punto influirá en esos jueces o tribunales europeos el hecho de que el Gobierno de España, en franco enfrentamiento con la sentencia y el preceptivo informe del Tribunal Supremo, haya  amnistiado subrepticiamente  a los condenados por los mismos delitos de los que la justicia española acusa a Puigdemont y por los que solicita su entrega para ser juzgado.

Veremos. Mientras tanto, con luz y taquígrafos y a cara descubierta, hay que seguir librando la batalla.

Lo último en Opinión

Últimas noticias