Opinión

El periodismo hoy

Corren tiempos convulsos para una profesión que tiene la imperiosa necesidad de ir adaptándose a los tiempos. La plataforma digital es la nueva escena cotidiana. La prensa en papel está quedando para una horquilla reducida, que, por edad, demanda una forma de comunicación clásica y, en ocasiones, obsoleta. Aún recuerdo la ilusión que me hacía ser la primera en despertar para salir a la puerta de la casa de mis padres a recoger el diario ABC, que esperaba -lloviera o tronara- debajo de la alfombrilla de entrada. “Desvirgar” un libro o un periódico es uno de los mayores placeres para los amantes del papel. Su olor es una fragancia indescriptible.

Proliferan cada vez más cabeceras que compiten por mantener una audiencia fiel. Son tantos los medios digitales que han aparecido en los últimos años que es difícil llevar la cuenta y el orden de las directrices que los vieron nacer. Qué duda cabe de que éste desde el que yo me expreso es uno de los que ha sabido crear una idiosincrasia clara y eficaz, que tiene como principales características una forma de comunicar directa, valiente, inmediata, fresca (por juvenil, no aprovechen para empezar a despellejar) y crítica. No exagero si digo que es ya un referente inequívoco en la prensa nacional, tanto para los afines a su ideología como para la oposición, que lo tiene en el centro de su diana de forma permanente, lo que no deja de ser un signo incontestable de su éxito.

Estudié Periodismo por pura vocación. Mis padres me respetaron, aunque poco conformes. Como legendario Catedrático de Termodinámica, mi padre decía que el periodismo es una bolsa vacía que, si no se sabe rellenar, no sirve para nada. No le faltaba razón y así lo comprobé rápido en una facultad que comenzaba su andadura y a la que, cuando iba, mis queridos compañeros me saludaban con dos besos. A mí me sorprendía, pero creo que queda claro lo poquísimo que iba. Una vez un profesor dijo que en la carrera de Periodismo el alumno que se sentaba en primera fila y no se perdía ni una sola clase no llegaría a ningún sitio. Me sorprendió muy gratamente, y ahora pienso exactamente igual. Hice caso a mi padre. Completé la carrera, en la que se supone que me iban a enseñar las formas, con otra más sólida en contenidos, y con un doctorado.

Muchos de aquellos profesores que construían a marcha forzada un plan de estudios son ahora mis compañeros. Me siento todas las semanas delante de una bancada de futuros periodistas y les invito de manera constante a atreverse a innovar, a ser ágiles, creativos y, sobre todo, a ser correctísimos con la pluma. Un periodista es un escritor, y me refiero a los que han estudiado la carrera, no a los millones de infiltrados.

La guerra que están estableciendo los medios de prensa clásicos es una guerra por sobrevivir. Lo importante a día de hoy es la inmediatez, la agilidad y el estilo que, irrevocablemente, debe tener algún matiz sensacionalista. Así están educándose las nuevas generaciones. La oportunidad para enganchar a un lector digital a una noticia es de milésimas de segundos, porque enseguida aparece otra que puede resultar más apetecible de leer o ir ilustrada con una imagen más atractiva o, simplemente, ser más corta. La mente humana está cambiando. El tránsito a la era digital está transformando la capacidad de concentración, la forma de leer y de interiorizar los conocimientos. Mis hijos son más rápidos que yo a la hora de captar datos de internet, vengan de la manera que vengan. Esto es una realidad que no puede cuestionarse, y nos adaptamos o desapareceremos.

A veces pregunto en clase cuántos se han metido en una cabecera para leer todo el periódico y cuántos se han limitado a las noticias que le han llegado por redes sociales y que, como todos sabemos, están manipuladas según la información que ya se tiene almacenada sobre cada uno de nosotros. Se quedan desconcertados. El año pasado incluía en estas preguntas cuántos habían leído prensa escrita en ese día. Esa pregunta ya ni siquiera la hago. Ellos han nacido en el año 2000, el año de la masificación de internet. Creo que no hay nada más que añadir.