Opinión

Pedro Cisne Sánchez

El Cygnus olor o cisne vulgar nos abre la vía del arte trágico y del martirio. Su imagen se refiere siempre a la realización de un deseo que nunca se cumple, de ahí la explicación del misterioso canto del cisne moribundo. Eso siendo muy optimistas con tan bella ave, porque si nos empeñamos en buscarle una explicación mitológica sale peor parado que la oca, por no citar al ganso, que ninguno de estos pajarracos aparece en un manual de símbolos como montura mortuoria o trasportín al más allá. A Pedro Cisne, el cenizo melancólico que va a dejar al PSOE con tiritona, le pone el autosacrificio. Él no quiere ser reina por un día sino presidente de la nación durante una hora, que con una hora le sobra tiempo a su parienta para montar otro tenderete que libere a los parados de su drama por 300 € al mes. Familia unida, esclavitud servida.

El cisne anda atareado construyendo una ilusión magnética entre su hambre de poder y La Moncloa, pero puede ser que entre su megalomanía y la Presidencia no haya nada serio que instalar. Sus mensajes, reconvertidos en simples estereotipos, son los mismos que utilizan sus oponentes, pues nadie ha aportado a la campaña una sola idea nueva. Y este pavo, perdón, este cisne, todavía no tiene claro en qué país, inhabitable por corrupto, vive. De derecha a izquierda, los papanatas y demagogos de la socialdemocracia odian la Constitución, porque ésta protege los derechos de la minoría en detrimento del beneficio propio. Por eso se suben los impuestos que empobrecen y aplastan a la clase media, para tener donde trincar. Habría que levantar la veda del cisne y desplumarlo en plaza pública. Que sienta lo que siente la plebe cada vez que la despluman. ¿Presidente, tú, Pedro Cisne Presidente? ¡Amos, anda, vete a pastar juncos al estanque del Retiro! Y llévate a la parienta para que se saque una pasta gansa con la entrada al espectáculo.