El odio une a tarados
H. D. Thoreau, escritor y filósofo estadounidense del s. XIX, en su Desobediencia civil, antología de ensayos políticos, levantó esta
estatua a la ironía: “Ahora estamos muy atareados construyendo un
telégrafo magnético entre Maine y Texas; pero puede ser que entre
Maine y Texas no haya nada importante que comunicar”. Sustituyan
dichos estados por La Moncloa y Villa Tinaja, las residencias de dos
fuleros reconocidos como Sánchez e Iglesias, y entenderán en qué
consiste un “gobierno de cooperación”, opaca solución que se han
sacado de la manga el maniquí en funciones y su abyecto siervo para
poder seguir traicionándose.
Iglesias, ese nuevo ricachón que anda a la baja, le suplica a Sánchez,
petimetre en alza, socorro. Viene a rogarle que le eche una mano, le
pide, porque ya no se atreve a exigir, un ministerio, aunque sea el de
la basura. Entre muy veladas amenazas advierte que, de no dárselo,
ninguno de ellos verá el futuro. Así andan estos crápulas, vendiendo
y mendigando favores. Mientras uno goza de la soberbia que da el
poder, el otro se rinde buscando auxilio. España y sus 47 millones de
habitantes, a ambos, les sale a devolver. Tales sablistas, concebidos
con el estigma de pervertir instituciones, procuran nuestra ruina y no
van a cejar en el empeño.
Cooperar es obrar individualmente en una estructura conjunta con el
fin de lograr un objetivo común. Pero al confundir el concepto de la
estructura con el del juego del meccano, y teniendo los cooperantes
objetivos distintos, (uno sueña en llegar a ser el peor presidente de la
historia y vaya que sí lo está consiguiendo, mientras que el otro, ha
perdido de vista sus fines pues las purgas le obnubilan), la alianza
fingida terminará en un sonoro desastre, por mucho que se odien los
socios y mira que el odio une a tarados. No soy un astrólogo beodo,
como aquel del Sunday Express que, antes de estallar la 2ª guerra
mundial, pronosticó: “Insistiré una y otra vez en que el horóscopo de
Hitler no es un horóscopo de guerra”. El “gobierno de cooperación”,
imita el mismo final.
La historia clínica y mental de Iglesias y Sánchez, de ser válidos los
exámenes médicos, no supera el mínimo equilibrio exigido que ha
de tener un gobernante. Los dos han de pacer en el ala de incurables,
por no decir irrecuperables, en el psiquiátrico que sea. Ignorantes e
ineptos no deben cooperar, y menos aún, gobernar. España no puede
estar representada en el mundo por descerebrados incultos.
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