Opinión

O él o nosotros: este tipo acaba con España

En puridad, ya lo venía intentado, pero el maldito virus ha modificado sus planes. Estos consistían en hacer de España, por la vía rápida, una Venezuela, o Cuba que es la madre, mediterránea. Contaba con el auxilio indispensable de los leninistas de Podemos, pero ahora ni unos, los barreneros de Iglesias, ni ellos mismos, lo tienen tan claro. Tan poco claro lo tienen que ya no urden estrategias para lograr sus propósitos; únicamente se conforman con poner, negro sobre blanco su impericia, su incapacidad, sus sostenidas mentiras, se desmadre propagandístico. Ahora mismo con miles de españoles muriéndose a chorros, han dado un par de muestras más de cuáles son sus objetivos. Mírense: en el Parlamento Español, y tras una trampa filibustera, han colado la presencia (y la jerarquía) de Pablo Iglesias en el epicentro de la Inteligencia Nacional: el CNI. Al tiempo, los socialistas de una de las merindades punteras de Navarra, la Estella municipal, han desbancado al alcalde del centro derecha para colocarse allí, en el poder, justo al lado de los filoterroristas de Bildu. Y a mayor abundamiento ya han perpetrado el indulto de los golpistas sediciosos catalanes. Este es el auténtico Sánchez, no el que lloriquea como Boabdil en sus interminables “chapas” televisivas, o el que promete que hará todo lo posible cuándo, dónde y cómo sea.

Pues bien; que no se sacrifique más por nosotros, que sea vaya a la mayor brevedad posible. Si no, va a terminar con España. O él o nosotros. Así están las cosas. Ahora bien; aunque, derrocado, se vaya a freír espárragos, el país, vía múltiples querellas, no le dejará en paz. A la ya presentada por el abogado Valladares ya se  ha unido la causa abierta contra el delegado del Gobierno en Madrid, y las que preparan en este momento múltiples despachos que aprecian, de entrada y como poco, delitos tan comprometidos como el homicidio (generalizado) imprudente. Las querellas miran por el retrovisor y fundan sus denuncias en las inmensas falacias perpetradas por Sánchez y sus corifeos (entre ellos el depauperado Simón) cuando aún el coranovirus no había hecho que enseñar su patita izquierda.

Tres ejemplos: primero, ya en enero, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas alertó sobre la “gravedad de la situación” que se nos viene encima”. Respuesta: “No hay lugar para el tremendismo”. Segundo, la Organización Mundial de la Salud, en sus informes del 23 de enero y del 30 de este mes, urgía a que todos los países en riesgo, entre ellos naturalmente España, implantaran “la vigilancia activa incluida la detección temprana, el aislamiento, la gestión de casos y el seguimiento de contactos y prevención de la propagación”. Contestación de España: “No estamos en esa fase, no hay que alarmar a la población”. Frase debida precisamente a Sánchez. Y ya como última muestra, una declaración falaz del Ministerio de Sanidad. Fecha 3 de febrero. Decía el pobre filósofo Illa: “No se puede descartar algún casi importado. Si esto ocurriera nuestro país está preparado para realizar detección precoz de los casos, la instauración temprana de prevención y control lo que reducirá en gran medida el riesgo de transmisión. El riesgo se considera solo moderado”.

Cifras de este miércoles: tres mil cuatrocientos treinta muertos y cuarenta y siete mil contagiados. Y empeorando. A estos datos habrá que añadir la estimación que están realizando los propios clínicos que trabajan a destajo en toda clase de establecimientos sanitarios. Aventuran: si no se nos ofrecen los medios constantemente prometidos, no tenemos material sanitario suficiente, ni tampoco nos podremos resguardar del virus, en muy pocos días, el cincuenta por ciento de nosotros quedaremos infectados. Mientras: ¿qué le preocupa a Sánchez? Pues por lo pronto esto:  no verse involucrado en el estado patológico de su familia, de su mujer, ésta que acudió al paripé feminista infectocontagioso del día 8 gritando: “¡Madrid será la tumba del fascismo!”.

Las tumbas ahora están en Ifema.  Calvo, colaboradora cercanísima de Sánchez, está enferma. Así lo ha tenido que reconocer el propio Gobierno. Lo han estado disimulando bochornosamente hasta que los médicos se han negado a no cumplir con su obligación hipocrática. Ha tratado Sánchez de ganar tiempo para apostar por la ministra de Asuntos Exteriores, González Laya como presidenta de la Comisión de Subsecretarios, y no hacer por ahora movimientos más traumáticos. En esas están y por eso no reconocieron desde el principio lo obvio: que Calvo está infectada por el maldito virus. De verdad, seguimos corriendo ahora el peligro cierto de que Iglesias, aún también en cuarentena, sea el presidente en funciones. Fuentes cercanas al PSOE tranquilizan: “Antes -dicen- Sánchez cambiaría el Gobierno”. Pero esto no entra en sus planes; no lo hará. Otra mentira. Estamos en lo dicho: o él o nosotros. Esta es la situación que debería proporcionar un gobierno de emergencia para un país en emergencia histórica.