Opinión

Muro judicial contra la satrapía

Tengo para mí que el movimiento bolivariano que hace tiempo puso en marcha el sanchismo y sus coaligados en la que todavía es cuarta potencia de la Unión Europea tiene un problema: la Sala Segunda del Tribunal Supremo que, presidida por Manuel Marchena (la gran bestia negra de los golpistas) y rodeado de grandes juristas probos y serios, no está por la labor de demoler el Estado democrático y mucho menos pisotear el Estado de Derecho.

Hay coincidencia en ello entre las amplias capas de la vida española, mayoritarias en la sociedad en cualquier caso, y las más cualificadadas intelectual e informativamente hablando. Cierto es que las sucesivas leyes sanchistas, muy especialmente la Ley de Amnistía que entró en vigor recientemente y después de las elecciones europeas, ha dejado a esa Sala a los pies de los pollinos, pero quien ríe el último ríe mejor y el refranero español es muy sabio.

No parece que los magistrados del Supremo estén dispuestos en ningún caso a ser pasto de las veleidades de un primer ministro europeo que se conduce en la práctica como cualquier dictadorzuelo caribeño. Acostumbrado a perpetrar todo tipo de desmanes en el teórico ejercicio del poder democrático, Sánchez y sus cuates han restado importancia, aun despreciado, a la categoría y a la justeza de la mencionada Sala del Tribunal Supremo. Ésta, simplemente aplicando las leyes democráticas y la Constitución, puede resultar la tumba del fascismo sanchista.

Si algo demostró, por ejemplo, el juicio a los cabecillas de la rebelión independentista catalana, fueron las enormes garantías para los procesados y la justeza en las penas. Todos los miembros del tribunal firmaron la sentencia con la habilidad que caracteriza a don Manuel Marchena. Sánchez, en sus permanentes desvaríos, se va a estrellar contra un muro, pero no su muro, ese que se ha empeñado en levantar para separar a los españoles. Con el que se va a estrellar es con el muro de la justicia, la sensatez, el Derecho y el sentido común.