Opinión

¿Memoria? 6.864 religiosos asesinados por los republicanos

  • Carlos Dávila
  • Periodista. Ex director de publicaciones del grupo Intereconomía, trabajé en Cadena Cope, Diario 16 y Radio Nacional. Escribo sobre política nacional.

Puestos a recordar, «a lo Sánchez», los desmanes que perpetró la dictadura de Franco ¿por qué no ponemos sobre blanco las fechorías que antes de la Guerra Civil y en la propia Guerra cometieron los homólogos ultraizquierdistas de Pedro Sánchez, los republicanos, «rojos» en el argot, sus «padres» políticos en realidad? Por ejemplo, la Iglesia Católica que lleva lustros predicando la concordia con poca suerte, esa es la verdad, nunca ha querido remover, se supone que en aras a esa paz forzada, una cifra estremecedora: la de los católicos profesados asesinados en aquellos tiempos. Vamos con las cifras: 4.106 obispos y sacerdotes ejecutados por los marxistas-leninistas de entonces; 244 seminaristas, 2.289 religiosos de diferentes órdenes, 225 religiosas de la misma condición. Total: 6.864 personas inocentes fueron pasadas por las armas por la sola circunstancia de pertenecer a la Iglesia de Roma. La cifra no es especulativa, ni está engordada a capricho; les cuento la historia ya revelada en un libro determinante: «La gran revancha» del que el cronista fue coautor. El libro tuvo una salida espectacular a las librerías, iba a ser recogido, como adelanto, en un mismo sábado en dos diarios nacionales, pero Zapatero, a la sazón presidente del Gobierno, ordenó a la editorial que censurara la obra y se abortó su difusión. Es curioso: uno de los directores, siempre adalid de las libertades públicas, se avino a la exigencia del jefe del Gobierno y justificó así su negativa a publicar el avance: «Sería injusto abrir otro frente contra Zapatero».

El libro introducía un quinto capítulo titulado: Los curas no tenían abuelo, referencia al de Zapatero, el capitán Lozano, pregonado como héroe resistente del antifranquismo pero, con seguridad, un agente doble de ambos bandos. Cualquiera de los dos le hubiera ajusticiado. En el libro, precisamente, se recogía la noticia de un Santuario vallisoletano, el de la Gran Promesa, donde permanecían, y aún permanecen, unos cuidadosos álbumes de todas las provincias españolas (salvo cuatro: curiosamente la misma Valladolid, Ávila, Palencia y Santander) en los que figuraba, y naturalmente sigue figurando, la lista entera de los católicos asesinados por los llamados «rojos» por ser, eso: católicos ejercientes, impasibles a la hora de someterse a la amenaza que les tendía los milicianos: «Abjura de tu fe», les decían a muchos de ellos, según lo contaba Cela, en recuerdo de un tío cura. En esos tomos están referenciados los nombres y apellidos de estos hombres y mujeres asesinados, la relación entera que, tras el término de la Guerra Civil, el obispo a la sazón de Valladolid (otra vez Valladolid) monseñor García y García, recuperó para ser inscrita en los correspondientes álbumes provinciales. La labor del obispo, casi la de un entomólogo ocupado en descubrir la identidad de los ejecutados, no se completó hasta el año 1950 y desde entonces se hallan perfectamente ordenados para que cualquier estudioso tome nota de esa información. Como curiosidad: ¿saben qué otros personajes figuran al lado de los curas como víctimas de la persecución marxista? Pues los periodistas: García y García acumuló también el número global de los colegas que fueron ametrallados unos, los más muertos tras enormes torturas: son 180, los de Madrid, 153, después los de Barcelona y Pamplona.

Con certeza, que en ninguno de los noventa y nueve actos que quedan para completar el apocalipsis antifranquista que Sánchez ha emprendido para disimular su descomunal corrupción, su polarización criminal, no habrá una sola mención a esta pléyade de personas buenas matadas como perros por los milicianos antecesores políticos del Gobierno leninista que nos asfixia. Ya hemos visto cómo, tras el primer episodio de esta campaña urdida por Sánchez y sus cuatreros de la política, únicamente se trata de, por lo menos, tres cosas: la primera, claro, condenar un régimen, el franquista, en que por cierto participaron muchos padres y abuelos de los actuales gobernantes, predecesores también cercanos, incluso, a bastantes ministros y desde luego, al propio presidente del Ejecutivo; la segunda, apropiarse de lo que va quedando de la Transición hasta irla disolviendo por lisis para no dejar de ella piedra sobre la piedra; la tercera, lo venimos denunciando asiduamente, destronar la Monarquía y en consecuencia laminar a nuestro actual y ejemplar Rey Felipe VI. Este es el diagnóstico de una iniciativa que intenta dividir al país en dos grupos irreconciliables: ellos, los buenos, y los demás, los malos, herederos directos del autócrata de El Pardo. Para que no falte de nada, Sánchez y sus cuates, siempre proclives a robar las grandes palabras, han sustraído para la ocasión un vocablo que, desde 1976 a la fecha, pertenecía a todos los españoles: la libertad.

Por tanto, llegado este momento y puestas las cosas de esta forma, hay que remedar castizamente aquella recordada película: ¿Qué hiciste en la Guerra, papi? Aparte de que nos contéis, sanchistas de pro, qué hicieron vuestros antepasados y dónde estaban, no está mal, que de una vez por todas, se acredite esta constancia: el PSOE, o sea el partido de Sánchez, no hizo nada de nada para terminar con Franco. Nada. Es más, durante la Transición los socialistas estuvieron a un milímetro de acabar con ella.¿O es que no nos vamos a acordar de todas las ocasiones en que el PSOE se retiró de la Ponencia constitucional. Es decir, en román paladino: vosotros no hicisteis nada para conseguir la libertad. No saquéis un símbolo que es tan ajeno a vosotros como la verdad al líder Sánchez.

Esta campaña urdida por los hijos -presumen ellos- de aquellos «rojos» no es más que una trampa saducea para engañar a un público, el español, dormido y espantado a la vez ante las continuas añagazas letales de este bribón. La siguiente es llevarse al Rey a Auschwitz o Mauthausen con la intención de transmitirle allí un mensaje tóxico como este: «Estos, los criminales nazis de este campo -dirán- fueron los conmilitones de Franco». y añadirán: «Por eso luchamos contra la derecha española». La pregunta es si el Rey, que ha lidiado con presteza la primera invitación a la encerrona del Reina Sofía, va a caer en las redes de este liberticida al que todavía tiene que soportar (este es un verbo adecuado a la realidad) sabiendo, como sabe, que en la pérfida agenda del sujeto figura el objetivo de liquidar la Corona. Ahora dirá algún estulto: esto de recordar los muertos de la Guerra Civil es hacer el caldo gordo a los propaladores del Cartagena 2 o, ponerse estrictamente a su nivel. Al cronista le trae por una higa. Repitan este dato: 6.864 obispos, sacerdotes, seminaristas, religiosos y religiosas fueron asesinados por los antecesores políticos de Sánchez, Bolaños, Montero y desde luego la estalinista Yolanda. Ahí queda el dato estremecedor y eso sin contar los laicos también ejecutados. ¿A quién, de verdad, debe honrar la España decente? ¿A Sánchez, epígono de aquellas crueldades o las víctimas torturadas por sus antepasados? Por favor: que termine esta pesadilla. Para Memoria, espero, la nuestra.