La izquierda monchita patria
Va quedado atrás la contienda librada en el PSOE por su Secretaría General. La primera foto fue la de Patxi López, el prior de la confrontación vencido por clamorosa paliza, aunque por histórico socialista le impondré en este artículo la Orden de Baracaldo al bueno del rector. Por traer a los feligreses la buena nueva de la unidad y el final de la disensión. De ahora en adelante, Patxi ya no considerará a Sánchez un odiador, sino el patrón al que pedir solícito el premio de consolación. La siguiente instantánea fue la de Susana, la muñeca rota del aparato nacional que daba las gracias a la militancia andaluza por brindarle su apoyo. El único junto a los de Lambán. Iniciando la campaña para no perder su puesto de sultana del clientelismo extractor de rentas. Su parte de niña —del exorcista o no— se había acogotado en el diminuto cuerpo de Antonio Miguel Carmona, que me recordó a Jack Nicholson venido a menos y con los sudores propios de la socialdemocracia pitopausica.
La última foto fue la del paradigma del ganador de primarias de partido: un perdedor para 45 millones de españoles que, sin el menor recato y con el auxilio del marketing pagado con dinero público, es capaz de presentarse como el líder de la mayoría social con el único aval del 0,16% de la población. Así salió Sánchez a la tribuna del orador. Como vencedor de su partido y como El Luisma del sistema político español. Escoltado por La Sole que, con una ETT que pagaba a sus trabajadores 400 pavos al mes por trabajar 8 horas diarias, cantaba contra el “imperio burgués”. Hablando de nuevos tiempos y cantando La Internacional. El himno de 100 millones de muertos y gulags cantado por los que llaman casposos y franquistas a los que respetan el orden constitucional.
La resurrección de Pedro Sánchez se explica por dos motivos fundamentales: por un lado, porque él no es el responsable máximo de la debacle electoral y crediticia del PSOE, sino su hijo aventajado logrando agitar el demonio zapaterista frente a las bases. Sentimentalizando la contienda frente a una masa gris con nula capacidad crítica. Por otro lado, contaba con la laxitud y la debilidad de los jerarcas susanistas del PSOE. Los Chimo Puig, Pages y Lambanes cuya agenda ideológica durante sus dos años de gobierno autonómico no ha sido otra cosa que un calco exacto de la de Sánchez. Mediocres en el ocaso de su carrera política que, conscientes de su incapacidad de sobrevivir lejos de la protección institucional, han entregado a los ciudadanos al nacionalismo con tal de sobrevivir un par de años más. Ahora, además de calentarle la cama a los separatistas, tendrán que pasar por el confesionario para pedirle perdón al nuevo secretario general. ¿De verdad puede defender esa tropa el rollo programático de la dignidad?
A Sánchez también le ha beneficiado la insólita reacción de cierta parte de la parrilla tertuliana. No sólo la aficionada de Sopena, Ferreras y Escolar, sino alguna conservadora y desmemoriada que ya no recuerda cuál fue su modelo de cara a los dos comicios perdidos a lo largo de 9 meses. Todavía necesitan otra constatación de que Sánchez virará a la izquierda con la intención de volver al modelo de mercado laboral que en este país destruyó 5 millones de puestos de trabajo en una brutal recesión. Virará a la izquierda todavía más porque, ante un PP socialdemócrata y un Ciudadanos jugando a ser Macron, sólo puede elegir entre devorar a Podemos o convertirse en Hamon. Virará a la izquierda todavía más para complacer al separatismo y lograr así superar a Iglesias en la pugna por la supremacía de la izquierda Monchita patria que, paradójica y vergonzosamente pasa por convertirse en la mano de obra barata de la extrema derecha de Puigdemont. Rata no come rata.
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