Opinión

Horror Horrach

Las repugnantes acrobacias del fiscal Anticorrupción Pedro Horrach han logrado aplazar el ingreso de Iñaki Urdangarin en prisión hasta que el TS se pronuncie vaya usted a saber cuándo. Si aquel chueta mallorquín, más saltimbanqui que fiscal, logró borrar del caso Nóos al digno juez José Castro y su magnífica instrucción, que acusaba de corruptelas evidentes a la infanta Cristina, no es extraño que también haya urdido otro plan para que el duque de Palma emérito abandone el tribunal entre sonoros vítores de “¡chorizo, ladrón, sinvergüenza!” y, de acuerdo a su abogado, Mario Pascual Vives, hasta ahora mudo, “plenamente satisfecho”.

El tarugo de Horrach creyó que, una vez absuelta la infanta de culpa y librado de rejas su esposo, se encontraría en situación idónea para mendigar reconocimiento y felicitación de la Corona. Pero la Corona no atiende a titiriteros que subvierten las decisiones judiciales de un juez con la categoría de Castro, o de la que ostentan las magistradas del caso Nóos, Samantha Romero, Eleonor Moyà y Rocío Martín, que airearon su “enfado monumental” frente al muy zafio proceder del tal Horrach Arrom (por si aún hay quien dude de las raíces del chueta mallorquín). Que lo que busca dicho acróbata, para montar su bufete de leguleyo desgajado de la fiscalía, es publicidad gratuita.

A nuestro rey, Felipe VI, que siempre defendió el libre dictamen de los jueces le habrá alucinado —como a la mayoría de los españoles— la injusta y obscena sentencia del caso Nóos. Sin poder opinar sobre esos cepos jurídicos que Horrach le interpuso al litigio, permaneció en silencio. Al fin y al cabo, tan nauseabundo escándalo le venía de perlas al monarca. De aquí en adelante, nuestra única Familia Real válida estará formada por el noble rey Felipe VI, la muy elegante reina Letizia y sus dos preciosas hijas Leonor y Sofía, las infantas, una de las cuales heredará el trono.

Los corruptibles Bonnie & Clyde, Cristina e Iñaki, o viceversa, los reconocidos como los Urdanga de Borbón, que ya han declarado que no desean volver a España, planean instalarse en Portugal, donde el chueta mallorquín les visitará, semestralmente, para ofrecerles una dulce y rica ensaimada de Sa Pobla, lugar en el que vino al mundo el desgraciado que les ayudó a desprestigiar la Monarquía.