GAZApos equidistantes

GAZApos equidistantes
Fran Carrillo.

La equidistancia es, a menudo, la salida que usa el cobarde o acomplejado para no decir lo que piensa sin ser cancelado por lo que piensa. Es una técnica de argumentación pobre con la que justificar una posición que te hace ser tolerado en el debate social, del que no quieres dimitir y por ello acabas abusando de la adversativa “pero”, porque tu lugar es el centro centrado y no la amarga libertad que supone incomodar a los popes de la verdad oficial, esos comisarios ideológicos revestidos de creadores de opinión para los que la realidad empieza y acaba donde su percepción prescribe.

Vamos a decirlo una vez más: lo que sucede entre Hamàs e Israel no es un conflicto proporcional, ni simétrico, ni siquiera admite equidistancias morales según la bandera de las víctimas. Es una guerra que el terrorismo islámico, con sus alianzas antisemitas, han declarado a Occidente, y a su primer bastión de defensa en Oriente Medio. Es una batalla entre la democracia y sus enemigos, y es ahí donde el posicionamiento marca la estrategia de quienes han decidido apoyar una causa o su contraria. Hay una Europa valiente que ha decidido enfrentar el problema donde hay que hacerlo: en Tel-Aviv. Meloni, Scholtz y resto de cancillerías no contaminadas de socialismo populista empiezan a entender que es Israel quien está evitando que las hordas islamistas manifestadas por Europa con la soberbia de quien llega a sociedades libres a aprovecharse de sus leyes y costumbres, acaben multiplicando su eficacia.

Enfrente, la Europa equidistante, secuestrada por la izquierda de Nunca Hamás, se pone del lado de la Palestina oprimida, afirman, cuando esa opresión proviene de los mismos terroristas que viven fuera de Gaza y Cisjordania a costa de los impuestos europeos y protegidos por las mismas dictaduras que la izquierda tolera, comprende y ampara, a cuyos territorios nunca se irían a vivir sus progres líderes, porque su vida allí vale tan poco como su moral aquí.

Suele decirse que, en toda guerra, la primera víctima es la verdad, y desde que el terrorismo atacó Israel, grandes mentiras han inundado radios y televisiones, redes y portadas, con un antijudaísmo propio de las primeras décadas del siglo XX. En esta imparable embuste antisemita, se dijo que fue Israel quien bombardeó un hospital en Gaza provocando quinientos muertos. Ni fue Israel (sino la Yihad islámica) ni se derribó el hospital (el misil cayó en el aparcamiento del mismo) ni hubo tal cantidad de fallecidos. Se dijo que Israel violaba el Convenio de Ginebra y el Derecho Internacional Humanitario al atacar edificios civiles de manera desproporcionada (de nuevo el axioma con el que la progresía muestra su perpetua indecencia). Falso también. Se dijo que Israel conocía las maniobras de Hamás y dejó morir a sus ciudadanos, indefensos ante la barbarie animal que entraba en kibutz y viviendas asesinando sin piedad a mujeres, niños y ancianos. Otro engaño más, desmontado estos días por expertos y analistas independientes, que, al exponer la realidad de los hechos, de inmediato son interrumpidos o cortados por el orwelliano periodista de turno. Y así, ad nauseam.

En la asimetría propagandística de los diferentes conflictos bélicos acaecidos en la historia contemporánea, la izquierda siempre ha comandado la batalla. De manera oral o escrita, los debates mediáticos y políticos plantean un ejercicio de contención, aunque de partida se conozca quienes son los buenos y quienes los malos. Los representantes de la impostura presumen de superioridad moral cuando carecen de ella. Aquí en España, las feministras que han ocupado instituciones para engordar su ego y frigorífico a costa del dinero de los demás, imponen su silencio cuando la asesinada es una mujer que no entra en sus parámetros ideológicos. Sea judía, de derechas, o simplemente no de izquierdas, la equidistancia nini es tan miserable como paradigmática de una sociedad decadente y sin valores.

Ver a colectivos homosexuales defender la Palestina de Hamás cuando allí serían colgados de una grúa, demuestra cómo el ser humano es tan displicente en su pensamiento que a menudo elige la esclavitud del rebaño servil ante que el riesgo de pensar por sí mismo que le ofrece el ejercicio de la libertad. Libertad, queridos gays y feministas, que sólo encontraríais en una democracia como la israelí.

Sin embargo, en su inmundicia moral, a Podemos se le ha presentado una oportunidad inmejorable con este conflicto para marcar la agenda que la actualidad le impedía hasta el momento. Como bien apuntó hace unos días el jefe de opinión de este periódico, Jaime González, en la tertulia de La Antorcha que compartimos, la podemia iletrada hará valer sus escaños y se permitirán destilar todo el odio del mundo, y su ignorancia aparejada, para demostrar que Sánchez no tiene bemoles para destituir a las niñas de El Resplandor, y que no dudará en meter en su nuevo gobierno a los amigos de Hamás si de ello depende su permanencia en la poltrona.

Por eso guarda cobarde equidistancia, se reúne con Abbas y no con Netanyahu y anuncia nuevas ayudas para Palestina, o sea para los terroristas que viven en Qatar y administran ese dinero que desde el Occidente cobarde se les regala. Pero el pueblo de Israel y su gobierno deben saber diferenciar para actuar en consecuencia: la mayoría de españoles, sensatos y defensores de la libertad, estamos con ellos. Del otro lado, el Gobierno socialista y comunista de España, y sus colectivos subvencionados de odio y radicalidad, prefieren pastorear con las dictaduras de Oriente Medio y con los enemigos de la libertad. Como siempre ha hecho, por otra parte.

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