¡Felicidades para Francisco! Líder global y popular
Quedan muy pocos días para la Navidad y el reciente ochenta cumpleaños del Papa Francisco me da la oportunidad de hablar de un liderazgo, el suyo, que es a la vez religioso, político y global, enormemente popular. Un liderazgo que ha conseguido poner de acuerdo a casi todos en una unión que es reconocimiento de su gran valentía, de su enorme misericordia y de una fascinación nunca ocultada por todos aquellos fenómenos políticos de los últimos años que claman por la igualdad de oportunidades en todos los países del mundo, despertando una lucha popular que ha permanecido aletargada demasiado tiempo.
Pontífice rebelde
No le faltan al Papa Francisco enemigos internos y externos, de dentro y de fuera de la Iglesia. Pero esa también es una buena noticia. Lo es porque quiere decir que el pontífice está pisándoles los callos a muchos reyezuelos del dinero que no soportan que alguien pueda meter el dedo en sus ojos, ciegos de poder, dinero y fama. Jesús de Nazaret también se enfrentó a los poderosos de su tiempo y también encontró el odio de muchos. El liderazgo de este Papa está siendo una búsqueda constante e incansable de una justicia universal que no acaba de llegar y de la eliminación definitiva de las guerras y de la pobreza. Objetivos que hasta ahora parecían inalcanzables pero que, no por ello, dejan de ser merecedores de una lucha sin freno ni fronteras.
¿Papa populista?
A menudo, su manera de hacer política ha querido ser identificada como una suerte de voz de los fenómenos populistas que se han abierto camino en los últimos años. Una valoración superficial si se tiene en consideración la acepción negativa que ha acabado por adquirir el término ‘populista’. Bergoglio, si de algo está tatuando su pontificado es de una popularidad sin color, sin raza, sin religión y sin clases sociales. Una popularidad incluyente que no se casa ni con nadie ni con nada. Una popularidad que es católica pero que es a la vez respetada y ensalzada por los agnósticos, por los ateos y por todos aquellos que, desde la izquierda, buscan recuperar todas las conquistas sociales que los años de crisis han reducido a la mínima expresión, dejando en la estacada y, casi sin esperanza, a millones de personas.
A Francisco se le quiere hoy en todo el mundo por su lucha sincera por los más débiles, por su defensa, sin hipocresía alguna, de los verdaderos valores de la Iglesia, por su crítica directa y sin tapujos de los errores que ha cometido el Vaticano a lo largo de las últimas décadas. Es muy consciente el Papa de que existen gentes buenas y malas en todas partes, pero también lo es de que a esa gente buena es a la que hay que acercar a la Iglesia para recuperar su patrimonio de misericordia, caridad y solidaridad.
Viajero
Su acercamiento a los pueblos de todo el mundo, escenificado en los muchos viajes que le han aproximado a los más desamparados es esperanza y a la vez mensaje en contra del capitalismo y sus falsos mitos de poder. El Papa no quiere ser el jefe de ningún movimiento anticapitalista o antisistema, pero sí que se posiciona, sin ningún tipo de vergüenza ni titubeo al lado de los más débiles, de los que no cuentan con ninguna otra posesión más que su hambre y su sufrimiento. Y lo hace con la intención de restituirles a todos, al menos, la esperanza.
Político
Dirigiéndose a todos ellos, el Papa Francisco dijo de forma contundente hace algunas semanas que es «el momento de dar un gran salto en la política para revitalizar y refundar las democracias que están en una crisis verdadera». Para eso se necesita un liderazgo muy fuerte, alguien que pueda guiar esta nueva revolución democrática que permita devolver energía y fuerza a todos aquellos que, de verdad, quieren un mundo más justo y con más oportunidades. Trabajo, casa, salud NO pueden ser lujos al servicio de unos pocos.
Un trabajo decente es lo que realmente dignifica al hombre y no las limosnas o los cuatro duros que todos damos cuando nos sobran, que es lo más que estamos dispuestos a echar en el cuenco de cualquier pobre que nos encontremos al paso. La verdadera solidaridad, el verdadero trabajo social consiste en luchar por la universalización de los derechos sociales para que, cuando recibamos las consignas de FMI o de los oligarcas de turno exigiéndonos reducir el gasto en sanidad y en educación podamos dar respuestas serias, pensadas y estructuradas.
El Papa no puede abandonar su rol de guía religioso pero es evidente que hoy en día es uno de los pocos líderes mundiales realmente capaces de luchar por la esperanza en un mundo mejor. Parece una paradoja pero es el único líder fuerte de la «izquierda» con dimensión internacional. Tal vez por ello, los ‘bienpensantes’ del mundo –España no es una excepción- le valoran con cierto desdén como ‘el Papa de los ateos y de los rojos’.
Jorge Mario Bergoglio, el pontífice número 266 en la historia de la Iglesia, tiene muy claro que hay que mantener una lucha sin cuartel contra todos los poderes económicos al servicio de Estados que se inventan conflictos bélicos para superar crisis, que se alían con los lobbies de los señores de la guerra, que apoyan a líderes sin escrúpulos que persiguen únicamente el poder en todas su formas más violentas y excluyentes.
Ejemplo de liderazgo global
No cabe duda de que la reciente victoria electoral de Donald Trump no es una buena noticia para reafirmar su liderazgo. Sin embargo, todos los que de alguna forma nos dedicamos a entrenar a los «poderosos» o a los que pretenden serlo, tenemos en él un ejemplo de cuáles deben ser algunas de las cualidades fundamentales para quienes aspiren a ser los líderes del siglo XXI. Para empezar, por su extraordinario manejo de las redes sociales y su dominio de la comunicación. Desde el primer día, Bergoglio entendió la importancia de convertirse en un líder mediático, de utilizar todos los medios de comunicación para llegar de la manera más correcta al mayor número de gente posible y, de paso, mandar mensajes —a veces envenenados— a los poderosos de la tierra.
El Papa predica con el ejemplo desde el primer día. No ha cambiado de forma de vestir ni ha usado el lujo para escenificar su puesto en la jerarquía. Es resiliente y muy capaz de asumir las derrotas sin derrumbarse. Es valiente y odia los cobardes. Lucha y nos llena con su energía, consciente que solo de esta forma puede ser supremo transmisor de fe y esperanza. Por último, su cercanía es universal. Hacía mucho que un Papa no concitaba tanto consenso. Todas estas cualidades y algunas más, deberían de estar en la aspiración de cualquier líder y más en un momento como el actual.
Felicidades, Papa Francisco. Que estas Navidades sean más generosas con todos y que puedas conseguir ver realizados al menos algunos de tus sueños para el mundo. Serán sueños tan ambiciosos que, a buen seguro, harán felices a muchos.
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