Excelentísimo señor don Pablo Iglesias
El Real Decreto 1051/2002, de 11 de octubre, por el que se aprueba el Reglamento de la Real y Distinguida Orden Española de Carlos III establece en su artículo primero que esta condecoración “tiene por objeto recompensar a los ciudadanos que con sus esfuerzos, iniciativas y trabajos hayan prestado servicios eminentes y extraordinarios a la Nación”. El 28 de diciembre, coincidiendo con el Día de los Santos Inocentes, Pedro Sánchez decidió conceder la Gran Cruz de la Orden de Carlos III a 23 exministros del Gobierno de España, entre los que destacan el exvicepresidente segundo, Pablo Iglesias y el extitular de Cultura y Deporte, Màxim Huerta. En el BOE de ese día aparecen dichas concesiones firmadas una a una por el Rey Felipe VI, que dice expresamente que lo hace “queriendo dar una muestra de Mi Real aprecio”. Cariño que no es correspondido por quien tanto presume de ser antimonárquico.
Máximo Huerta Hernández, más conocido como Màxim ‘El Breve’, fue nombrado ministro por Pedro Sánchez el día 7 de junio de 2018 y presentó su dimisión apenas una semana después, el 14 de junio, cuando se descubrió que había sido condenado por Hacienda a pagar más de 300.000 euros en concepto de cuota defraudada, intereses y multas, por usar una sociedad “fantasma” a través de la cual facturaba sus honorarios profesionales fraudulentamente y en la que se había deducido gastos que no se correspondían, entre los que estaban los de su casa de la playa. En los escasos 7 días que Màxim fue ministro acompañó al Rey a despedir a la Selección Española de Fútbol antes de su viaje a Rusia para participar en el Mundial de Fútbol, paseó por los stands de la Feria del Libro de Madrid, asistió en París a la final del Roland Garros apoyando a Rafa Nadal y asistió a un estreno en el Teatro María Guerrero. Esos son los “esfuerzos, iniciativas y trabajos” que, según Pedro Sánchez, suponen “servicios eminentes y extraordinarios a la Nación” merecedores de la más alta distinción honorífica entre las órdenes civiles españolas.
El Excelentísimo señor don Pablo Iglesias, tratamiento que le corresponde de por vida según el artículo 13 del mencionado reglamento, comparte con Màxim Huerta unos servicios a la Nación y a la Corona de un calado muy similar y no mucho menos breves, ya que sólo ejerció su cargo durante 14 meses, desde enero de 2020 hasta marzo de 2021, fecha en la que dimitió para estrellarse en las elecciones a la Asamblea de Madrid, dejando en su legado poco más que la Ley de Eutanasia y la muerte por Covid de más de 30.000 ancianos en las residencias que él debería haber coordinado como ministro de Derechos Sociales.
Hace apenas cuatro años, en noviembre de 2017, el pedófilo Evo Morales concedió a Pablo Iglesias la Medalla Marcelo Quiroga Santa Cruz, condecoración que la Cámara de Diputados boliviana concede a “ciudadanos bolivianos y extranjeros que se hayan destacado por su vocación de servicios a la democracia y a la construcción y consolidación del nuevo Estado Plurinacional de Bolivia”. Iglesias fue a recogerla, se la colgó del cuello, pronunció un discurso agradecido por el honor recibido y le regaló a Evo Morales la camiseta del Real Madrid y un balón dedicado por Gareth Bale. Por el contrario, el excelentísimo señor don Pablo Iglesias no ha tenido hasta la fecha ni una sola palabra de agradecimiento ni a Pedro Sánchez ni a Felipe VI por la Gran Cruz con la que lo han honrado, él sabrá por qué. Yo sólo le aviso de que el artículo 14 del reglamento que regula esta condecoración dice expresamente que en el mismo momento en el que su persona sea “condenada por un hecho delictivo, en virtud de sentencia firme, podrá ser privada del título de la misma y de los privilegios y honores inherentes a su condición”. Igual el excelentísimo le dura menos que el ministerio, la paternidad o el casoplón.
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