Un empate heroico
Pintaba bien el cartel de este choque entre dos equipos igualados en la clasificación, atrevidos ambos y con ganas de brindar una interesante noche de fútbol. Los de Arrasate habían salido enchufados y a los dos minutos Muriqi, con toda la portería a su alcance, estrelló la pelota en las piernas de Aguirrezabala, tal vez por exceso de confianza. Tan clara era la oportunidad.
Tuvo que ser el árbitro, increíble que luzca escarapela FIFA -así está el arbitraje español presidido por Medina Cantalejo-, quien decidiera privar al público presente en el estadio y a los telespectadores, de un buen partido. En una acción cerca de la linea central y casi en banda, Samu, a ras de suelo, le saca un balón a Galarreta que, en su intento de evitar al contacto, sufre por el impulso del defensor un golpe en el gemelo de su pierna derecha. Falta clara, pero no tarjeta que el colegiado exhibe de inmediato e incluso consulta al VAR por si el defensor merecía un castigo mayor. Las imágenes evidencian lo contrario, pero el colegiado no retira la amonestación. No solo eso, sino que minutos después, otra falta, si, entre los mismos protagonistas, le sirve para reiterar la tarjeta amarilla que deja al Mallorca con diez y más de una hora de juego por delante.
Hubo que adaptarse al paisaje dibujado por el trencilla. Mascarell entró por Larin para ocupar la posición del expulsado y al anfitrión no le quedó otra que cerrar filas y apretar los dientes para resistir el acoso de los leones que sí, rugieron mucho, pero se quedaron con las ganas y las garras. Vale, el Mallorca no pasó de medio campo, pero el Athletic solamente olió el gol en un tiro de Nico Williams desde fuera del área que encontró el travesaño en su camino letal. Para entonces corría ya el minuto 81 y las embestidas rojiblancas, ayer con indumentaria celeste, no habían abierto un solo hueco en la pétrea muralla rojilla, sin grietas ni fisuras.
En los laterales Maffeo y Mojica superaron a los hermanos Williams, resignados a centros laterales con ventaja para Raillo, inconmesurable y Valjent, portentoso, sin concesiones a la galería. Del banquillo balear salían recambios de refresco y del visitante, más madera. Todo esfuerzo fue inútil. La injusticia salomónica del juez empático con el más fuerte, la dictó la justicia desde otras instancias a favor del más débil.
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