Opinión

El dinero público no crece en los árboles

Vivimos un tiempo en el que el intervencionismo está recobrando fuerza tanto a nivel nacional como internacional. Cada vez más voces animan a incrementar el gasto, a subir los impuestos y a regular la economía en todos y cada uno de sus aspectos. Es verdad que el liberalismo clásico sigue existiendo y sus integrantes combaten con fuerza esas ideas y prácticas intervencionistas, pero también es cierto que no tienen el éxito deseado.

¿Por qué sucede esto? Por tres razones. La primera de ellas es que los medios de comunicación tienen, en su mayoría, una inclinación mayor hacia la izquierda, que suele ser la ideología que más defiende el intervencionismo. Por eso, con el dominio aplastante de los medios de comunicación, resulta muy difícil que las ideas de la libertad económica consigan imponerse.

La segunda de las razones es que es más fácil vender a la población actuaciones de incremento de gasto que actuaciones de descenso de impuestos. Cuando se anuncia la construcción de una nueva carretera, de un nuevo hospital o de una línea de Metro, de inmediato se potencian las bondades del mejor servicio que dichas actuaciones van a procurar, mientras que el descenso de impuestos, debido a la ilusión fiscal, no se percibe tanto por los ciudadanos.

En tercer lugar, y muy ligada a la anterior, se debe a que, realmente, muchas personas no terminan de caer en la cuenta de que el dinero público sale de sus bolsillos, del bolsillo de todos y cada uno de los contribuyentes. Cuando Carmen Calvo dijo que “el dinero público no es de nadie”, pronunció una sentencia que es una barbaridad, pero que mucha gente cree.

No llegan a pensar que la carretera, el hospital o la línea de metro que se ponen en marcha como novedades, por poner unos ejemplos, los están pagando ellos con sus impuestos. Creen que sólo reciben el servicio y que es el sector público (el Estado o el gobierno correspondiente), quienes lo pagan. Y en el caso de que realmente caigan en la cuenta de que se paga con impuestos, en muchas ocasiones se tiende a pensar que los impuestos los van a pagar, en su mayor parte, otros que no son los propios contribuyentes que lo están pensando, debido a la ilusión fiscal.

Tiene que haber un nivel de gasto adecuado para poder proveer los servicios esenciales y básicos, desde luego, pero lo que no puede es incrementarse el gasto de manera exponencial en muchos temas no esenciales, porque eso hay que pagarlo, y el dinero no crece en los árboles, el dinero público es de los contribuyentes, y se financia o con más impuestos, o con más deuda (que es un impuesto diferido) o con inflación (que es una forma de impuesto regresivo). Es decir, al fin y al cabo, todo con impuestos. Los impuestos frenan la actividad económica y el empleo y, con ello, la prosperidad. Por ello, es esencial que los ciudadanos sean conscientes de que nada es gratis y que cuando un político les prometa una actuación de incremento de gasto, piensen en que, paralelamente conllevará un aumento de impuestos.