El delirante Sánchez está missing
Mientras a Pedro Sánchez no le sujeten con una camisa de fuerza, la gente correrá peligro. La voz que retumba en su cerebro y que repite sin parar, incluso, después de haberse estrellado en la investidura: “¡Yo soy el presidente! ¡Yo soy el presidente!”, paranoia que se conoce en psiquiatría como llamada existencial, retrata a un ególatra que anda completamente fuera de sus cabales. La inducción a los delirios viene de cuna y es una tara única e individual de la que sólo disfruta el propio desgraciado. El maniquí no se invistió a bajo coste y prueba de ello y horas más tarde, en T-5, volvió a sacar su cara de cemento frente a un serio Piqueras que no daba crédito a cuanto oía:
“¡No tiro la toalla! ¡Yo sigo! *** ¡Yo sigo!”. El sonado, fiel a la llamada existencial, acababa de reencarnarse en Felipito Tacatún. Lo primero que hizo en T-5 fue anunciar, entre bastidores, que se iba de vacaciones a ventilar la frustración. Luego, ya en plató, le echó la culpa toda de su fracaso apoteósico en el Congreso a Pablo Iglesias y se quedó tan pancho. Creyendo que había limpiado su conciencia, reveló una confesión conmovedora: “¡Mi deber principal es proteger a España!”. Por eso se va de asueto. Leer un montón de papeles en la tribuna le han dejado exhausto. Y eso que los papeles no incluían el programa político, porque no lo tiene, ni lo tuvo nunca. Si su deber es proteger a España, ¿por qué no se larga a Caracas con un billete de ida, a secas, en compañía del ameno ZP, que goza de los favores criminales de Maduro? Allí, garantizan el falso protocolo y regalan el título de doctor o presidente, sin necesidad de plagiarlo. Váyase a proteger a Venezuela, que falta le hace.
Prácticamente todos los líderes mundiales se han vuelto majaras. El norcoreano Kim Jong-un, adicto al kung-fú, lanza dos misiles sobre el Mar de Japón. Hasán Rohaní manda apresar un petrolero británico en el estrecho de Ormuz para que suba el precio del petróleo iraní. Nicolás Maduro se jacta de que lo suyo es la democracia bolivariana asesinando a otros 300 opositores. Donald Trump somete a concurso el aterrador muro que impedirá a cualquier sudaca muerto de hambre acceder al sueño americano. Emmanuel Macron, gabacho que mete el morro en nuestros asuntos a través de su espía Valls, que, a su vez, da lecciones de estilo a Rivera, cuando él se amanceba con la Colau. Eso sí es tener clase ¿o no, masón? (“La banda de Sánchez “que acuñó Rivera es un logro literario dignísimo). Volviendo a los líderes pirados, el maniquí de Prymark merece la medalla de bronce. Abascal tildó de marioneta al que pretendió esnobearle. Otro acierto genial. Y Casado se llevó la matrícula de honor: “Usted – le soltó al que 155 diputados corrieron como alimaña por rastrojo – exigía que le extendiéramos un cheque en blanco. No puede seguir jugando a la ruleta rusa con nuestro futuro y encima que pongamos la bala”.
Ojalá que en septiembre no vuelva el veraneante, que nunca retorne. Ya fuera del mapa tamaño oligofrénico, vuelven las buenas noticias. Bajan las temperaturas y sube la bolsa. A Echenique, el negociador motorizado, habría que regalarle una nueva moto con sidecar. Se la ha ganado a pulso. Gracias a su inestimable ayuda se han arruinado, una tras otra, cada una de las conversaciones, con una puntualidad maravillosa. Toulouse-Lautrec, doble agente que infiltró la podemia, ha conseguido que el de los delirios, se vaya a la mierda.
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