Carabanchel, territorio okupa en Madrid
La gestión de Manuela Carmena al frente del Ayuntamiento de Madrid naufraga en la inopia. Los vecinos de barrios como Villaverde, Vallecas o Carabanchel sufren las consecuencias de su dejadez. Desamparados, han de organizarse en guardias de 24 horas para evitar que los pisos vacíos de los edificios que habitan caigan en las manos de las mafias okupas. Una realidad a la que Carmena y su equipo parecen ajenos a pesar de que hay más de 7.000 viviendas en riesgo de ser asaltadas en la capital. Mientras los propios habitantes necesitan colocar placas metálicas, cadenas y barras de hierro que disuadan la entrada de posibles intrusos, Ahora Madrid sólo pasa por esos lugares para hacer propaganda electoral.
El propio concejal imputado y responsable de Seguridad, Salud y Emergencias, Javier Barbero, ha empapelado con su cara las paredes del barrio de Carabanchel para un acto político. Además de saltarse a la torera la ordenanza municipal de limpieza, desprecia a los ciudadanos. Un representante público con un mínimo afán por defender el interés general arreglaría sus desavenencias con la Policía en vez de persistir en mítines de foto y pancarta. Lejos de coordinar una acción efectiva que luche por mejorar la vida de los vecinos de estos barrios, su ego cortoplacista lo lleva a ignorar los graves problemas que condicionan el día a día de los ciudadanos en la periferia sur de Madrid. Una zona donde se suceden las peleas, los robos y el tráfico de drogas.
Los votantes de Podemos y sus marcas blancas deben asistir atónitos a la falta de correspondencia entre el discurso y los actos de los dirigentes morados. Si los podemitas insistieron en «solucionar los problemas de la gente más desfavorecida» en todos y cada uno de sus discursos populistas, la realidad de sus actos indica justamente lo contrario. Mientras utilizan las instituciones para hacer constante propaganda política, los madrileños se ven abandonados por políticos inexpertos, abúlicos e incapaces de solucionar los problemas de «la calle», aquella expresión que colonizó la fatuidad de su retórica electoral y que ahora se diluye entre la nada de sus acciones. El Ejecutivo municipal está varado en la inconcreción de la vacua oratoria que los llevó al poder. Incapaces de aportar soluciones a contextos complicados como éste, la limpieza de la ciudad o el caos circulatorio que habita en la misma. Y mientras tanto —da igual nueva que vieja política— son los ciudadanos los que sufren las consecuencias.
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