‘Caníbal’ Sánchez devora a los suyos para mantenerse en el poder

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Lo que ha hecho Pedro Sánchez cribando su Gobierno -lo ocurrido es algo más que una remodelación- es un claro ejercicio de antropofagia: practicar el canibalismo devorando a los suyos para mantenerse en el poder. Sánchez ha triturado a su núcleo duro y mantenido intacto el bloque de Podemos, un movimiento revelador de que su supervivencia política depende de sus socios del ultraizquierda en el Ejecutivo y del apoyo externo de los enemigos de España, sediciosos catalanes y proetarras.

Esa es la cruda realidad: Sánchez puede tocar todas las piezas del PSOE pero está atado de pies y manos para alterar el ecosistema perverso que le mantiene en La Moncloa. Valorar si los cambios en el Gobierno servirán para impulsar la acción de un Ejecutivo sin más margen que el que estén dispuestos a otorgarle el populismo y los golpistas catalanes es una pérdida de tiempo. En realidad, ‘caníbal’ Sánchez lo que ha hecho es comerse a los suyos en un intento desesperado de agarrarse a un poder.

La naturaleza del personaje es esa: un depredador que se mueve solo por el instinto de supervivencia. El problema de España no se resuelve purgando a los afines, sino purgando a quienes Sánchez no puede purgar porque los necesita para seguir siendo presidente del Gobierno. Esa es la verdadera tragedia nacional: que tiene que abrirles las puertas de prisión a quienes subvirtieron el orden constitucional y cerrar las puertas ministeriales a muchos de sus más leales colaboradores.

Todo para mantener la puerta de su despacho en La Moncloa intacta. Esa es la realidad. Practicar la antropofagia puede ser un remedio para ganar tiempo, pero no resuelve el problema de fondo. Sánchez puede comerse uno a uno a todos sus hijos, pero no puede liberarse del yugo ignominioso de quienes le tienen cogido por el cuello. España está secuestrada por una pandilla de miserables a los que Sánchez mima de forma grimosa mientras les entrega en ofrenda la dignidad de España y de los españoles. El ‘caníbal’ sigue ganando tiempo, pero es incapaz de defender los intereses nacionales porque hacerlo sería firmar su propia sentencia de muerte.

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