Ahora, Rivera
En su célebre ensayo ‘La política como profesión’, el autor alemán Max Weber (1864-1920) distinguió entre la ética de la convicción, adoptada por quienes anteponen sus valores sobre todo lo demás, y la ética de la responsabilidad, la de aquellos que sitúan por delante las salidas posibles y pragmáticas.
Ni Weber pretendía separar entre una ética ‘buena’ y otra ‘mala’ -la virtud, una vez más, está en las zonas medias del tablero- ni yo pretendo dar una clase de filosofía. Sin embargo, sí me veo en la obligación de reivindicar el centro político en el que estamos la mayoría de los españoles como única opción útil en las próximas elecciones del 10-N.
En el centro político están las familias de todas las clases que exigen conciliar y demandan unos servicios públicos de calidad para sus hijos y sus mayores, sin que les frían a impuestos por ello.
También están allí los autónomos y los emprendedores que levantan la persiana cada mañana, se colocan al volante de su camión o su tractor o ponen en marcha una start up a la espera no de una subvención de la Administración, sino de facilidades para crecer y generar empleo.
Este centro es el punto de referencia de los jóvenes que quieren emanciparse, de los científicos y los investigadores que desean convertir a España en una referencia mundial y de las empresas innovadoras que luchan por abrir nuevos mercados.
Y, sobre todo, es el centro de los que reclaman respeto y convivencia entre españoles, vengan de donde vengan, de los que respetan nuestro Estado de Derecho y a aquellos que lo defienden frente a los que quieren dinamitarlo por los cuatro costados.
La España de las reformas y el inconformismo, la que tiene valores, pero exige, además, soluciones reales, tiene que dar un paso adelante. Ninguno podemos quedarnos en casa mientras el socialismo amenaza con asfixiarnos y los conservadores se preocupan solo por sustituirles en los sillones. Otros, los peores, amenazan incluso con quitarnos libertades y derechos, como si nuestra abierta sociedad pudiese dar pasos atrás.
En el último año, Ciudadanos ha desbloqueado y ha entrado a formar parte de los gobiernos en comunidades autónomas como Madrid, Andalucía o Castilla y León. Todas ellos han aprobado ya medidas como la bajada del IRPF, la gratuidad de los libros de texto, el fomento del empleo o el aumento de las plazas residenciales para mayores. ¿Acaso es España diferente?
Albert Rivera ha sido el único líder que ha tendido la mano al resto de partidos para sacar a los españoles del atolladero electoral en el que Pedro Sánchez ha vuelto a meternos. Solo él se ha comprometido a cerrar un gran acuerdo de país con PP y PSOE en caso de no tener mayoría para poder hacer juntos las grandes reformas pendientes, como las del mercado laboral, la universidad o las pensiones. Y también es el único candidato que ha ofrecido un pacto de Estado para devolver la normalidad a Cataluña mediante el artículo 155.
Ciudadanos ha priorizado los intereses colectivos y ha aplicado tanto la ética de la convicción como la ética de la responsabilidad cuando más falta hacía. Por eso, a doce días de las urnas, solo puedo decir que es el momento de coger la papeleta y salir a votar. Ahora, Rivera. Ahora, Ciudadanos.
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