Para aguantar a Marlaska hace falta mucho más que un curso de inteligencia emocional
Los policías destinados en Canarias no pueden más y le vienen reclamando al ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, más medios para contener la oleada de inmigrantes irregulares. Pero en lugar de incrementar los efectivos, el ministro ha preferido imapartir un cursillo de inteligencia emocional de cinco horas para los agentes de la escala ejecutiva y superior de la comisaría de Arrecife (Lanzarote). El sindicato policial CEP pidió un informe psicosocial de la plantilla a Interior ante la falta de agentes y la respuesta del Ministerio, a través del Área de Coordinación de Prevención de Riesgos Laborales, ha sido el taller que será impartido por dos psicólogas el próximo 24 de abril. El grado de indecencia del personaje es infinito: reparte cursos de «gestión emocional y liderazgo» en lugar de repartir medios, que es lo que se necesita. La asistencia a este curso es obligatoria para el comisario y los inspectores de la isla de Lanzarote y comienza con un primer bloque titulado Cuando trabajar con personas es trabajar con emociones y biografías. El broche lo pone una clase que lleva por título Autorregulación emocional: cuando mi emoción influye en el grupo.
El grado de ignominia de Marlaska es tan descomunal que los agentes tienen que recurrir a cualquier tipo de terapia para soportar los agravios del ministro: al fin y al cabo, si el curso no funciona siempre pueden impartir clases de yoga o tai chi. Cualquier cosa que sirva para templar los ánimos de quienes han sido literalmente abandonados por el Ministerio de Interior. Y es que el 61% de los agentes presenta ansiedad generalizada en relación con las condiciones del trabajo. Casi la mitad manifiesta que la frecuencia con que se producen conflictos derivados de problemas personales ajenos al trabajo es relativamente alta o muy alta. Y, por si todo esto fuera poco, el 25% de los funcionarios policiales dicen estar quemados, en especial con respecto a los factores de agotamiento profesional y despersonalización. Con estos antecedentes, para aguantar a Marlaska no hay curso de inteligencia emocional que valga.
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