La adorable musa Bescansa
¿Por qué se ataca tanto a una dulce dama y madre revolucionaria que amamantó a su vástago en el Congreso? ¿Por qué le echan en cara ser nieta e hija de mercaderes de botica en la era de Franco, cuando cualquier burda fórmula se envasaba como remedio milagroso en la farmacopea galaica? ¿Acaso es culpable de que su abuelo, Ricardo, se forrase tras crear, etiquetar y expender el ‘Crecepelo Bescansa’, ungüento ilógico por inútil, de lo contrario, cómo se entiende que su progenitor, Fermín, el que vertió en la diputada el ADN familiar, sea más calvo que el culo de una mona?
¿Ha de soportar la señora el escarnio que supuso que condenaran a su padre por imprudencia, con resultado de muerte, tras la cirugía estética que practicó en una clínica ilegal? ¿Por qué se burlan de la susodicha y comparan su diarrea ética con el ‘Laxante Bescansa’, que alivió miles de vientres en la tierra que la vio nacer? ¿Por qué pisotean su elegancia y maldicen su belleza? ¿Qué oscuras fuerzas buscan convertir a quien viste de forma alegre y alternativa en otra Lady Macbeth, como si la adorable musa de los podemitas, Carolina Bescansa, pretendiera ser la aniquiladora de lo femenino?
Que Balzac sentenciase que «detrás de cada gran fortuna, existe un crimen” no es recurso válido para despotricar contra la musa. Toda familia cristiana cuenta con algún canalla y la tribu atea, con muchos más. A nadie se le puede exigir que rinda cuentas de lo perpetrado por sus ancestros. Menos aún a una adicta al plebeyismo millonario, a nuestra grácil y elástica atleta de turgentes y sensuales muslos que corrió el maratón de Róterdam en plena adolescencia, según reza su curriculum. La clase política anda necesitada de mujeres inteligentes con la apabullante talla intelectual de la Bescansa. ¡Respétenla!
¡Basta ya de envolverla en vejaciones, que Carol es y seguirá siendo, pese a quien le pese, la muy adorable musa y auténtica alma viva de Podemos, la Juana de Arco del siglo XXI! Ese Ché de todo a cien, el tal Portamonedas, o el cromo repetido de Tintín y Toulouse-Lautrec, no le llegan ni a la suela de la chancla. Admitan que la revolución ha engendrado, entre el cuantioso desperdicio, a la diosa de las mareas diurnas y a la sagrada luz de los ocasos. ¡Ojalá que un fuego no más fuerte que la luna alumbre su mirada eternamente! Sólo Bescansa, y su magnética sonrisa, podrá devolvernos a todos el bienestar.
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