La gran aventura de Bertha Benz, la pionera del atomóvil
Hemos hablado en alguna ocasión lo que supuso para el mundo automovilístico la llegada de Henry Ford y su producción en cadena. Existen otros nombres ligados al sector que fueron muy importantes para el desarrollo de la industria.Uno de ellos fue el de Bertha Benz, la mujer pionera que fue la primera en subirse a un coche a motor en un mundo dominado por hombres.
Bertha Benz nació en la Confederación Alemana en 1849. Su vida cambió cuando se casó con el magnate de los negocios e inventor, Carl Benz. En el año 1886, Benz solicitó la primera patente al gobierno alemán para un coche con tres ruedas, el Benz Patent-Motorwagen. Lo único que faltaba era un viaje de prueba para lanzar el invento de su marido a la fama.
Un viaje extraordinario
Era agosto de 1888, Carl Benz ya había conseguido la patente de su vehículo, pero la empresa parecía estar parada y en un callejón sin salid. Su esposa, Bertha Benz, quiso demostrar que las mujeres también podían conducir sin problemas el nuevo avance tecnológico que revolucionaría el siglo XX.
Sin que Carl Benz supiera nada, Bertha cogió a sus dos hijos, de trece y quince años, y se lanzó a una aventura que nadie había llevado a cabo antes: recorrer en el Benz Patent-Motorwagen desde Mannheim a Pforzheim, en un viaje de 106 kilómetros.
Normalmente los coches de la época se probaban en circuitos cerrados, alejados de las calles de las ciudades. Bertha Benz no se lo pensó y, bajo la excusa de visitar a la abuela de los niños, se lanzó a la gran aventura de su vida.
El triunfo del automóvil
El viaje no estuvo exento de complicaciones. La propia Benz hizo algunos arreglos en el coche antes de salir como desatascar una válvula obstruida con un alfiler de su sombrero o arreglar el sistema de ignición con una pinza del pelo.
Además, el problema añadido del combustible la obligó a empujar el coche durante algunos kilómetros al quedarse sin gasolina.
Todo esto no impidió que Bertha Benz completara su viaje después de doce horas de trayecto. Lo significativo fue la enorme repercusión que ocasionó aquel vehículo, conducido por una mujer y sus dos hijos, por todas las ciudades que atravesaron, y la prensa pronto se hizo eco de la noticia.
La vuelta estuvo planificada al detalle para parar en farmacias, herrerías y fuentes para arreglar el coche en todo momento. Cuando Bertha Benz volvió a casa, el invento de su marido ya era conocido en toda la ciudad, y de ahí saltó a toda Alemania.
De este viaje surgieron las pastillas de freno que Bertha Benz fabricó con la suela de sus zapatos.
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