Fuerzas Armadas

La realidad de los rastreadores militares de Sánchez: voluntarios ‘forzosos’ y cursos online de 2 días

rastreos ejército
Un rastreador militar del Ejército de Tierra.
Pelayo Barro

Uno de los pilares de la respuesta del Gobierno de Pedro Sánchez al aumento de casos de coronavirus son los anunciados 2.000 rastreadores militares que estarán a disposición de las comunidades autónomas para ayudar a frenar los brotes. Sin embargo, la ‘medida estrella’ del Gobierno hace ‘aguas’ por varios frentes: faltan rastreadores, no hay suficientes voluntarios, carecen de formación sanitaria alguna y tan sólo deben superar un curso online con nociones básicas.

Fue la ‘tabla de salvación’ que ofreció Pedro Sánchez en su primera rueda de prensa post-vacacional: el ofrecimiento de 2.000 rastreadores militares capaces de seguir la pista a los brotes para cortarlos de raíz. Un plan que ya se conocía desde hace más de un mes, pero que el Gobierno ha utilizado para poder anunciar alguna novedad en su vuelta al trabajo.

Sin embargo, fuentes militares involucradas directamente en estos planes confirman que, a día de hoy, aún se está lejos de disponer de esa cifra de rastreadores. En primer lugar, porque encontrar voluntarios no está siendo tarea sencilla.

‘Voluntarios forzosos’

Según explican, en algunos puntos de España se está recurriendo a realizar peticiones de voluntarios entre la tropa y marinería -las escalas más bajas de la jerarquía militar- bajo la ‘amenaza’ de que, de no cubrirse las plazas, se asignarán de forma ‘forzosa’. Es decir, será el mando de la base o cuartel donde se necesitan más efectivos el que decida quiénes deben entrar a la fase de formación para hacerse rastreador, tarea que no va acompañada de ningún tipo de incentivo económico extra.

Por otra parte, explican estas fuentes militares, la formación que están recibiendo consiste en «nociones muy básicas» sobre la enfermedad y el proceso de rastreo, una tarea cuya efectividad depende directamente de las capacidades del entrevistador (el rastreador) para determinar qué contactos de la persona sospechosa podrían haberse contagiado del virus. «Una persona que muestra síntomas ha estado en contacto con docenas de personas en las últimas 48-72 horas, y es fundamental disponer de alguien con formación sanitaria que pueda discernir cuáles de ellos son contactos estrechos y cuáles no».

Por ello, recuerdan, estos 2.000 rastreadores constituyen una «solución de apoyo» a las comunidades, y en ningún caso pueden sustituir a los rastreadores profesionales. De hecho, explican, el curso de formación que reciben se realiza de forma online y tiene una duración de dos días, un tiempo «insuficiente para formar en condiciones a un rastreador».

Además, explican, prácticamente todo el personal militar que está en estos momentos listo para realizar labores de rastreo «no desarrollan en el Ejército tareas sanitarias ni tienen formación específica» como tal. Las unidades militares se resisten a perder a su personal sanitario en un momento clave, por lo que en algunas bases se les ha comunicado que no podrán formar parte de los equipos de rastreo.

«Somos una ganga»

El encargo del Gobierno a los rastreadores militares ha sido recibido con cierta indignación en las Fuerzas Armadas: consideran que se les carga de atribuciones contra la pandemia mientras el Gobierno de Pedro Sánchez ignora sistemáticamente todas sus reivindicaciones laborales y salariales.

«Es una auténtica ganga para el Estado disponer de personal cualificado, versátil en capacidades de alta demanda en tiempos de crisis, disponible a cualquier hora, cualquier día de la semana todas las semanas del año, disciplinado, que cumple órdenes de forma natural… y encima barato, muy barato, puesto que es desde hace muchos años el personal peor pagado de la Administración», advierten desde una de las principales asociaciones militares, ASFASPRO, representativa de los cuadros de suboficiales.

«Los militares estamos de enhorabuena, a las capacidades ya demostradas (descontaminación de locales, montaje de hospitales, asistencia sanitaria, traslado de cadáveres, transporte logístico, seguridad de centrales nucleares, vigilancia de fronteras…) durante los primeros meses de pandemia, dentro y fuera de la Operación Balmis, se une ahora una nueva capacidad», aseguran en referencia a la misión encomendada a 2.000 rastreadores militares.

No se trata, explican, de un trabajo sencillo. «La tarea del rastreador no es fácil, y debe disponer de formación adecuada para poder establecer contacto –personal o telefónicamente- con personas de toda índole y condición. Debe estar preparado para comunicar con ellas e interrogarlas sobre aspectos muy personales, por lo que para tener éxito es indispensable –además de conocimientos sobre la enfermedad- una gran profesionalidad, empatía y un dominio del lenguaje que permita establecer una relación agradable y positiva entre el “interrogador” y el presunto infectado», advierten desde ASFASPRO.

Fuentes de Defensa aseguran que los militares «están perfectamente formados» y que únicamente tendrán que adaptarse a los procedimientos y especificaciones de cada comunidad autónoma.

«Retribuciones justas y dignas»

Sin embargo, consideran que esta nueva atribución no es un «servicio altruista» de las Fuerzas Armadas tal y como refleja el Ministerio de Defensa. » En eso se queda: sacrificio, disponibilidad plena, entrega total. Heroísmo en estado puro. Una visión muy utópica y completamente sesgada de la profesión militar», denuncian estos militares haciendo referencia a las reivindicaciones salariales desoídas que vienen planteando desde hace años. Mientras Interior ya ha dado pasos hacia la equiparación salarial en distintos cuerpos policiales, esta iniciativa aún no ha llegado a las Fuerzas Aramdas.

 

 

 

 

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