España
LA ANTORCHA

Carmen Sánchez, la agricultora andaluza que desnuda a Irene Montero en TikTok: «No me representa»

La agricultora andaluza se ha hecho viral por criticar el falso feminismo de la ministra

La ‘guerrilla’ de Podemos en redes la insulta por llevar las uñas largas o suponer que trabaja en el campo porque no tiene estudios

“Se ve que a ella no le han violado alguna niña o abusado sexualmente de una hija. Si no, las penas serían otras”

“Irene Montero, ¡corazón mío! Mira. Son las tres. Acabamos de salir de trabajar. Las manos sucias y mira: hombres y mujeres. Esto es la igualdad entre hombres y mujeres y no las historias que tú cuentas, cariño. Desde aquí, desde el campo, te invito a que te vengas con nosotros a echar una jornada de trabajo y te mezcles entre los hombres. Que no contagian nada. Son personas como nosotras. Nosotros defendemos la igualdad en todos los sentidos y no sólo lo que a tí te interesa. Así que Irene Montero… ¡No nos representas! Esto la igualdad, Irene. Levantarte a las seis de la mañana, coger a tus niñas, dejarlas en ca la abuela e irte a trabajar, cariño, y ganar el sueldo igual que lo hace el hombre. Aquí tengo a Michael, que tiene dos hijos a su cargo, porque la otra parte [la madre] no ha querido saber nada. Así que, Irene Montero, no todos los casos son iguales. Besitos, gente… Os quiero”. Es el vídeo de Carmen Sánchez, acabando su peonada, junto a compañeros y compañeras, y que la ha hecho famosa en toda España por su desparpajo y espontaneidad al dirigirse a Irene Montero, ministra de Igualdad. El vídeo lleva más de 500.000 reproducciones en TikTok, pero otros similares se acercan al millón. Ella nos pide, antes de entrevistarla en LA ANTORCHA de OKDIARIO, que no la llamemos, por favor, tiktoker. Que ella es peón agrícola. Y así es.

Carmen tiene 30 años. Es peón agrícola. Lleva desde los 18 trabajando en la tierra. El campo le hace feliz. En él encontró la horma de su zapato.

Carmen es hija de una mujer muy fuerte, que tuvo que sacarla adelante sola: “Mi madre fue madre soltera. Mi padre nunca quiso hacerse cargo de mí”. Carmen tendría motivos, pues, en lo más profundo de ella, quizá, para odiar a los hombres, pero no es así: “Desde chica me inculcaron la igualdad de verdad entre hombres y mujeres; todo por igual”. Sin guerra entre sexos. La que vive a diario “con naturalidad” como peón agrícola en Huelva y en su entorno familiar y social: “Mi madre es pintora y se tuvo que labrar su futuro ella sola. Se colgaba de un tercer piso con la brocha igual que un hombre”.

De tal palo tal astilla. Carmen tiene una fuerza enorme. Parece incombustible. Y tiene una sonrisa que hipnotiza y lleva por bandera en su cara: “Antes no. Ahora sí. He aprendido a reírme, pero no siempre fue así”, confiesa pensando, si los hubo, en los momentos de sombras en su vida. Con esa sonrisa hipnotizante, una capacidad excepcional para hablar y comunicar con sinceridad, sentido común y espontaneidad y el móvil, Carmen ha cautivado a través de sus redes sociales a miles y miles de personas. En TikTok anima a Irene Montero a ir a trabajar al campo con ella: “Un día no, que lo hace cualquiera. Que se venga un mes renunciando a su sueldo de ministra y ganando los 1.200 euros que gana una persona normal en este país”. Y haciendo equilibrios, como tantas mujeres “y hombres” (insiste) para dejar en buenas manos y bien cuidados a sus niños.

Carmen es madre de dos niños de 5 y 2 años. Se levanta a las 6 de la mañana todos los días para dejar a la pequeña en “ la abuela” y estar en su puesto de trabajo a las 8 en punto. De 8 a 3 de la tarde sus manos se llenan de tierra y barro, pero sus uñas siguen intactas. La muy feminista cyberguerrilla de Podemos se ceba, estos días, con ella y con sus uñas llenado las redes de insultos machistas o, dando por hecho, por ejemplo, que quienes trabajan en el campo lo hacen porque no tienen estudios. “¿Estas personas qué se creen, que las fresas salen del Iphone?”, exclama. No recordamos mejor descripción del prototipo de podemita urbano, niño de papá venido a revolucionario de salón con la vida resuelta, que no sabe nada del campo pero es ‘animalista’ y ‘ecologista’ y que se declara ‘feminista’ pero que aspira a ‘macho-alfa’ con chalet en Galapagar.

E inculto. Porque Carmen, para información de quienes le insultan, estudió administración y auxiliar de enfermería, pero encontró en el campo su vida: “Me dijeron. No empieces en el campo. Es muy duro y no hay futuro. Pero empecé y vi que el campo era mi vida. El campo me ha hecho crecer personal y profesionalmente”. “El campo es mi vida”, repite. Y lo dice con pasión. Como todo lo que transmite.

Carmen vive con naturalidad la igualdad entre hombres y mujeres. Desde su suegro, que le ayuda a diario con los niños hasta la cuadrilla de hombres y mujeres que ella manda en su trabajo. “Soy manijera. A igual trabajo, igual sueldo, al menos en mi empresa”, asegura. “Hay madres y padres (recalca siempre lo de ‘padres’ y ‘hombres’) que se tienen que buscar la vida como pueden para dejar a sus hijos. Yo tengo suerte porque tengo ayuda también de mis suegros, ya que mi madre aún trabaja, pero el gobierno no facilita la vida para ir a trabajar porque hay gente que no puede pagar guarderías ni están abiertas a las 6 de la mañana”. Es la descripción de millones de familias que luchan cada día haciendo equilibrios para llegar a todo… ellos y ellas… y, además, llegar a fin de mes.

Carmen anima a Irene Montero a ir a trabajar con ella una temporada: “No quiero juzgarla como mujer trabajadora porque no la he visto trabajar. Ni siquiera juzgo si vale para ministra. Pero si se viniera un mes con nosotros, nos entendería mejor -dice- a la clase de abajo. Y digo clase porque, al final, ellos tienen un poder y nosotros no. Nosotros no decidimos nada. Son ellos”. Mejor descripción imposible, de nuevo, del ascenso a la casta de Irene Montero, Pablo Iglesias y compañía y el abandono de quienes, se suponía, “los de abajo”, venían a salvar.

“Es como lo del sí es sí”, salta ella sola con indignación. “¿Por qué no han ido a las familias a preguntarles si estaban de acuerdo con esa ley?, se pregunta. “Se ve que a ella [Irene Montero] todavía no le han violado alguna niña ni han abusado sexualmente de una hija. Si le hubiera pasado a ella, quizá las penas que han puesto cambiarían”. Carmen es demoledora con absoluta naturalidad. Y con respeto. Porque no tiene una palabra más alta que la otra. Y reflexiona: “En la televisión no deberían dar importancia a esas personas que insultan y pierden la educación y te responden con una agresión verbal. A mí no me afectan los insultos. Sería bajarme a su nivel”.

Carmen, con su sentido común, define el problema real, de fondo, con el que se resumen estas cosas: “Quieren no sólo una guerra con los hombres. Quieren una guerra entre mujeres: las que defienden la igualdad y las que solo quieren pisar al hombre. Yo creo que hay muchas personas buenas aún en el mundo y creo que las buenas somos más. Y que da igual hombre o mujer. Lo importante es ser buena persona”. Y se pregunta: “¿Por qué hacen estas cosas? ¿Por qué no tratan de hacer un país mejor y más bonito?”.