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Ana Julia suplica clemencia en su último turno de palabra: «Espero que Dios me perdone»

La defensa de la asesina confesa trata de evitar que Ana Julia sea la primera mujer condenada a la prisión permanente revisable en España. "Yo no quería matar al niño, sólo quería que se callase. Simplemente le tapé la boca, no quería hacerle daño", es la versión de la acusada.

Los forenses declaran este lunes en la vista oral contra Ana Julia Quezada

Clemencia divina. La asesina confesa del pequeño Gabriel Cruz, Ana Julia Quezada, utiliza su turno de última palabra para volver a suplicar perdón por «lo que yo hice» y «que Dios» se apiade de ella.

Un deseo, casi premonitorio, formulado al jurado popular que tendrá que decidir sobre su culpabilidad.

Una escena regada de lágrimas, llantos y sollozos. Sentada frente a la magistrada Alejandra Dodero, presidenta del tribunal que deberá determinar si -ante una eventual y previsible condena de los hombres y mujeres que han presenciado las sesiones de la vista penal- decreta para ella prisión permanente revisable, Ana Julia ha insistido en lo que ha sido su alegato central durante toda la causa: «Por favor, perdónenme».

«Pido perdón a toda persona que se haya podido sentir mal por lo que yo hice y a la que haya podido dañar con mi acción. En especial a toda España» y «sólo espero que Dios me perdone», balbuceaba Quezada.

Ana Julia es la única acusada por el crimen de Gabriel Cruz, a quien ella misma confesó haber matado el pasado 27 de febrero del 2018, en Rodalquilar (Almería). Y se ha dirigido al tribunal y la sala de la Audiencia Provincial en la que ha permanecido sentada para prestar declaración, el pasado martes, ante el jurado popular que determinará su grado de culpabilidad en la muerte del pequeño de 8 años, hijo de su pareja.

El ‘caso Gabriel’ conmocionó a España durante 12 agónicos días. El tiempo en que se prolongó la búsqueda del menor y el plazo empleado por la Guardia Civil para hacer seguimiento a la principal sospechosa de su desaparición, a medida que avanzaban las horas.

Tras casi dos semanas de observación y vigilancia, los agentes del Instituto Armado detuvieron a la pareja sentimental del padre del niño mientras trasladaba el cadáver desde la finca familiar de Rodalquilar, hasta el garaje de su domicilio en Vícar.

Según relataba la propia Quezada en sus respuestas ante el tribunal, ése era el último destino para Gabriel. El lugar donde ella, siempre según su versión, se dirigía para intentar quitarse la vida. Un plan que nunca llevó a término. Los guardias civiles que la marcaban desde cerca, lo impidieron minutos antes. Sabían que conducía con el cuerpo del pequeño oculto en su maletero.

Quezada aseguró, al ser preguntada por los hechos: «Quería que me cogieran, porque no era capaz de decirlo con mis propias palabras, yo quería que me atraparan porque no podía guardar más ese secreto».