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Fórmula 1: Gran Premio de Austria

Hamilton gana el pique con Rosberg y Sainz remonta en la tarde mágica de Verstappen y Button

Unos hombrecillos de negro se apeaban en la segunda fila con miradas nerviosas. Se entrecortaban entre siluetas concentradas, ariscas, para los que una primera curva vale un Mundial. Ellos disfrutaban de la fatal tranquilidad de tener la misma presión que Kiko Rivera por ganar. No era menos para los indios que sostenían las esperanzas de un sorprendente Nico Hulkenberg. Jenson Button sonreiría bajo su casco cuando el semáforo se encendió.

Embragó mejor que el de Force India y se colocó en la aspiración de Lewis Hamilton. Quizá le faltaron unos metros para soñar con liderar la carrera. El de Mercedes se escapó a disfrutar de su verano Estrella Damn mientras el resto de mortales tendría que trabajarse las vacaciones. Otra vez, en la oscuridad que dicta la decimoquinta plaza, Carlos Sainz hacía volar su capa por el Red Bull Ring: noveno. Este chaval, que cantaría Rafael, es un escándalo.

La segunda plaza de Jenson Button duró un parpadeo duradero. Le costó a Raikkonen que abrió la veda para que el resto también se lo quitará de encima. El MP4-31, como el algodón, no engaña. El rendimiento aerodinámico se ve lastrado por una unidad de potencia Honda que siempre tarda un poco más. Las paradas comenzaron a sucederse, en su mayoría montando el superblando, mientras una nube negra se relamía en el cielo austríaco.

El chispeo no era suficiente para crear un seísmo sobre el asfalto, y los pasos por la calle de boxes situaban una carrera virtual difícil de situar. Hamilton era líder, escudado por los dos Ferrari, el de Kimi por delante del de Vettel. El hundimiento de Button, al estilo Podemos, le situaba en la octava plaza. Alonso, mientras tanto, era duodécimo mirando los mediocres puntos no tan de lejos. Ese objetivo que siempre será mediano para un gigante.

Mercedes se abría en canal con una estrategia cuestionable con Lewis Hamilton. Se le nublaba el paseo por la playa cambiando neumáticos en la vuelta 22, poniendo el blando, y esperando aguantar 50 vueltas con ese neumático. Un all in arriesgado que prometía espectáculo y esperanzas para un Nico Rosberg que llegaba por detrás como un personaje de Juego de Tronos: ganas de sangre y venganza.

Cuando se deslizaba algún bostezo por la despoblada grada del Red Bull Ring, el neumático trasero derecho de Vettel explotó en la recta principal. Una imagen ya vista en Spa-Francorchamps en 2014. Safety Car y lío de nuevo en boxes. La cara de los mecánicos de Ferrari era la de Ben Affleck cuando le preguntaron por las críticas de Batman vs Superman. A los de Maranello el héroe se les marchó hace un par de años.

La tarde de Jenson Button; Alonso, KO

Se relanzó la carrera con Nico al frente tras el complicado movimiento de Hamilton en boxes. Detrás de ambos, los Red Bull. A partir de ahí, codazos a cientos entre toda la clase mortal. Una fila india comandada por Felipe Nasr centraba la atención de la realización. A Button le costó pero acabó puliéndose al hoy sorprendente Sauber. El paquete era bomba y las luchas se sucedían como la película de Sam Peckinpah: Grupo Salvaje.

Carlos Sainz, que había caído hasta la 14ª,  fruto de las enigmáticas paradas de Toro Rosso, intentaba adherirse al grupetto para capturar unos puntos que, para él, son vitales. Jenson continuaba remontando tras su cataclismo inicial patrocinado por su inicuo motor. Peleaba con Massa por la 6º en una tarde donde el británico resucitó toda la magia escondida en estos años. Una carrera para rendir honor a ese Rey en el Norte que quiere morir peleando por el trono.

Fernando Alonso firmaba mientras tanto una carrera semejante al color de su monoplaza: negra. La mala suerte del sábado y algún problema en su MP4-31 convertían al 14 en Anakin Skywalker en su versión más benévola. Faltaban 20 vueltas, era 11º, y sólo le quedaba cantar por la radio para que la lluvia apareciera en su versión más despiadada.

Hamilton paraba, Rosberg también y todo seguía igual. El adelantamiento tenía que ser en la pista: 15 vueltas de tensión con 2 segundos de diferencia. Verstappen era primero, molestando a ambos durante un par de vueltas, pero sucumbiendo a sus gomas nuevas. Button era quinto, guerreando con Ricciardo, que le acabó pasando. Alonso perdía tres posiciones casi de golpe evidenciando problemas en su MP4-31. Abandonó en un fin de semana en el que mejor sería no haberse levantado de la cama.

Si en Mónaco era Alonso el mago, aquí Jenson Button heredaba gorro y varita. La sexta posición era una mentira que en manos del británico se puede convertir en verdad. Una posición que McLaren-Honda no merece, pero que es un premio honorífico para la lealtad de Jenson. Mientras sus jefes con humo barato, él ha espantado el enjambre a base de un actuación estelar, no tan sonada.

Pero las cámaras se centraron en la lucha de las luchas: Rosberg vs Hamilton. En la última vuelta, Lewis le cogió el rebufo a su compañero, le paso por el exterior, Nico alargó la frenada y ambos se tocaron. Todo acabó con Lewis en lo más alto del podio… y Rosberg con el alerón tocado fuera de la ceremonia de champán. Vuelven los nervios a Brackley. Se viene lío en el motorhome. Verstappen terminó segundo dejando eso de ‘promesa’ olvidado. Y el Manor de Wehrlein, un punto, que sabe a caña y paella un domingo.

Mejor gusto deja un Carlos Sainz que, por momentos, parece Amador en La que se Avecina: por mucho que lo intenta, siempre algo le sale mal. En este caso lo acusa a factores externos: Toro Rosso. El sábado, el motor; hoy, una nueva parada en boxes de resolución cuestionable. Salía decimoquinto y acabó octavo a pasar de su maremágnum particular. Suma y sigue el niño grande que no se cansa de remontar en silencio. Los flashes se abren a su paso. Algún día no muy lejano, no se marcharán de su presencia.