El ‘secreto’ del Café Cervantes
La gran afluencia de transeúntes de la calle de Alcalá hizo de este café uno de los más famosos del momento.
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A finales del siglo XIX existía en Madrid un importante café, el Cervantes. En la esquina de la calle de Alcalá con la del Barquillo se inauguró el 24 de junio de 1868 el nuevo Café Cervantes, (ya había existido un predecesor… pero esa es otra historia). La gran afluencia de transeúntes de la calle de Alcalá hizo de este café uno de los más famosos del momento.
Cobró tal importancia que, en 1899, se hizo en él una importante reforma para así figurar más refinado, a la altura de los grandes cafés europeos. Fue este café uno de los primeros en sacar sillas y veladores a lo que entonces era el boulevard de la calle de Alcalá, durante los meses de verano, algo que no gustó a todo el mundo.
Como vemos, no podía irle mejor al Cervantes, pero su suerte cambió. Como si de una maldición egipcia se tratase, en tan sólo unos años el café cerró sus puertas. El motivo, aunque de forma indirecta, fue Cleopatra. Como es sabido, la faraona de la dinastía ptolemaica se bañaba en leche de burra, cosa que también hacía la mujer de Nerón, pero este dato no tuvo tanta transcendencia para la historia, como sí ocurrió con la egipcia. Cleopatra buscaba en este baño una piel sedosa, hidratada y de exquisita blancura, muy apreciada en la antigüedad y también a comienzos del siglo XX, ya que una piel oscura se relacionaba con mujeres pobres que necesitaban trabajar al sol, por el contrario, una piel blanca era sinónimo de confort económico.
Coexistiendo con el Café Cervantes, había una famosa marquesa, que decidió darse unos baños de leche, en este caso de vaca, sin duda buscando las bondades que desde antaño se le atribuía.
El problema para la marquesa era qué hacer con la leche, ya que no le importaba darse un bañito en tan exquisito elemento, pero sí le pesaba tirar después el apreciado producto sin sacarle más beneficio que el propio baño, lo que suponía, en su pensamiento noble, un despilfarro continuo a su economía. La solución para recuperar parte de lo gastado parece que, y según los chismes de la época, llegó en forma de café, en concreto el Cervantes.
Los comienzos del siglo XX iban a ser los últimos tiempos del Café Cervantes. El periódico El Escándalo, que se autodenominaba como periódico moralizador, publica la difamante noticia de «Una marquesa, muy conocida en Madrid, tenía la costumbre de bañarse cada noche en leche de vaca que luego vendía al Café Cervantes por un módico precio». La crónica fue contestada por el dueño del negocio, pero los parroquianos decidieron elegir otro café, ante la duda.
El periódico no citó el nombre de la marquesa, aunque seguro que en el Madrid de la época fue bien conocido. El Café Cervantes cerró sus puertas. El chisme, bulo o cotilleo acabó con la vida de uno de los locales más conocidos de la Villa de primeros del Siglo XX.