¿Cómo funciona una estufa rusa?
¿Mantener la casa caliente en invierno con el mínimo de recursos y sin gastar electricidad? Sí, con una estufa rusa es posible. Una estufa rusa, también llamada de mampostería o de inercia, permite que el calor generado por los gases provenientes de una combustión se almacene en materiales con gran inercia térmica, como el ladrillo o la piedra (en un proceso de combustión, la energía proviene en un 60% de los gases originados y en un 40% de la llama que se produce durante la combustión).
De esta manera, el calor se devuelve al exterior de forma constante y tu hogar se mantiene caliente durante más tiempo. Además, no consume muchos recursos. Con alimentarla dos o tres veces al día, comprobará su eficiencia.
Diseño y mantenimiento de la estufa
El diseño de la estufa puede incluir o no puertas metálicas, dependiendo del espacio que se requiere calentar y de cómo se necesita distribuir el calor.
La estructura de la estufa no tiene partes metálicas, ya que las altas temperaturas a las que está sometida dilatarían el metal y el ladrillo quebraría.
La estufa rusa no requiere mantenimiento, salvo los trabajos iniciales de uniones de ladrillos y diseño general. La fase de diseño es fundamental, ya que hay que tener en cuenta varios aspectos a la hora de proyectar la estufa y elegir su localización en la casa.
Por ejemplo, los lados de la chimenea no irradian calor por igual. La parte más cálida está en la parte final superior, mientras que la menos cálida está en la pared trasera donde se produce la combustión. Habrá que mantener un hueco de 8 cm entre la chimenea y la leña.
¿Cómo alimentar una estufa rusa?
La estufa rusa recién construida se tiene que quemar de forma progresiva. Los primeros días se deben utilizar papel y algún combustible de madera, para que se elimine cualquier resto de agramasa. Después de una semana, podría funcionar “a todo gas”.
Para un correcto funcionamiento de la estufa rusa, el tipo de madera es poco importante. Lo que sí hay que tener en cuenta es utilizar leña seca, ya que la leña húmeda o recién cortada necesita gran cantidad de energía para evaporar el excedente de agua de la madera.
Una leña seca, recomendable para conseguir unos fuegos fuertes, rápidos y calientes, es aquella con una humedad de menos de 20%, que se ha mantenido bajo cubierto y ventilada como mínimo durante 8 meses.
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