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Carmen Posadas: “España no es muy monárquica, pero sí era muy juancarlista”

carmen posadas
La escritora Carmen Posadas @CarolinaRoca
María Villardón

Escritora. Carmen Posadas (Uruguay, 1953) ha hecho una crónica social muy jugosa de alrededor de cinco siglos en su nuevo libro: ‘La leyenda de La Peregrina’ (Espasa). Una valiosa joya sacada de las profundas aguas de Panamá que pasa por los joyeros de Ana de Austria o Felipe III, entre otros, hasta recalar en el hollywoodiense escote de la bellísima Liz Taylor y que, por suerte, no acabó en el estómago del pequinés de la actriz.

La historia demuestra, además, que las mujeres, las joyas y las infidelidades son casi un triunvirato. La reina Victoria Eugenia de Battenberg, esposa del caprichoso Alfonso XIII, descubriría en los años 60 que la perla Peregrina que le había regalado su marido, “seguramente porque le había puesto los cuernos”, dice Posadas, era falsa porque la verdadera salió a subasta en Nueva York. “Eso sí, ella siempre dijo, hasta el fin de sus días, que esa perla era la Peregrina, aunque ella supiera que no era verdad”, apunta. Pobre reina, hasta en eso se la pegó.

Carmen, ¿cómo se te ocurre meterte en un fregado histórico de 500 años de historia?

En realidad, me he divertido. La idea de contar las aventuras de la Peregrina se me ocurrió porque cuando murió mi madre apareció un anillo de zafiros que solía usar, sobre todo, cuando éramos pequeñas. Se había quedado como olvidado, pero lo cierto es que esa joya había sido antes un broche de mi bisabuela, más tarde un colgante, un anillo, etc. Es decir, había tenido muchas reencarnaciones distintas y había pertenecido a personas muy diversas. Aparte de eso, también leí ‘El escarabajo’ de Mújica Láinez, ¿lo has leído?

No, no lo he leído.

Relata la historia de un escarabajo que le regalan a Nefertiti que, cuando muere, se queda en la pirámide y lo roban los ladrones de tumbas. De ahí pasa a estar siempre presente en hitos históricos relevantes, igual que la Peregrina. La saca un esclavo de las aguas de Panamá, pasa por todos los reyes de España, por espías, por asesinos y, por fin, llega a Hollywood.

Joyas, mujeres e infidelidades son tres aspectos que suelen ir de la mano. Y si no es así, bueno, que se lo digan a la pobre reina Victoria Eugenia de Battenberg.

Me interesó mucho la parte de Victoria Eugenia porque su marido, Alfonso XIII, cada vez que le ponía los cuernos le regalaba una joya. Y era muy mujeriego, así que tenía un joyero espectacular. En un momento dado, el Rey le regala la Peregrina y, al cabo de muchos años, la perla sale a subasta en Nueva York y ella dice: “¡Cómo! ¡Si la Peregrina la tengo yo, me la regaló mi marido!”. Ahí se da cuenta de que la que ella tiene es falsa, aunque lo cierto es que a Alfonso XIII le ofrecieron la auténtica Peregrina en Londres, pero, como le parece muy cara, compra otra y se la regala a su mujer diciendo que es la auténtica.

¡Qué bajona!

Desde luego. Por eso, en los años 60, que es cuando la Peregrina sale a subasta en Nueva York, manda en una misión secreta a su nieto favorito, a Alfonso de Borbón Dampierre, para que puje por la perla, aunque finalmente se la lleva Richard Burton para Liz Taylor.

Aún así, Victoria Eugenia luce las joyas estupendamente. Qué remedio.

Sí, la verdad. ¿Has visto una foto que hay en el libro que sale absolutamente bañada en joyas?

Sí, claro.

Ahí es donde te das cuenta de que, efectivamente, no es la Peregrina porque la que tiene ella es como más gordita, más redonda. Eso sí, ella siempre dijo, hasta el fin de sus días, que esa perla era la Peregrina, aunque ella supiera que no era verdad.

Tenía fama de ser tremendamente orgullosa y de enfrentarse a su suegra de manera permanente, sobre todo porque la reina inglesa fumaba y María Cristina de Habsburgo le decía: “En España sólo fuman las frescas”.

(Reímos)

Claro, una es alemana y la otra británica. Victoria Eugenia trae nuevos aires a la corte española. Su suegra es casi como una monja y ella es más liberal, fuma, hace deporte, etc. Eso sí, menos liberada en la parte sexual, eso diría que eso no pasó, pero ¿el resto? Era muy moderna.

La Reina madre tenía a todo el mundo más derechos que velas.

Es que todo giraba alrededor de ese niño, de ese hijo póstumo de Alfonso XII sobre el que se había depositado la esperanza del futuro de la monarquía. Había que cuidarlo y era un niño muy consentido. Eso es algo que se nota en sus actuaciones posteriores.

¿Cuantisímos libros te has leído?

Cuando escribes una novela histórica no puedes leerte sólo un libro. Cuando escribí ‘La hija de Cayetana’ me empapé muchísimo del S. XVIII, así como de personajes como María Luisa de Parma, Carlos IV o Goya, pero de otras épocas no sabía nada, así que tuve que leer muchísimo. A veces, la verdad, de un libro sólo sacaba una anécdota, pero todo me servía porque aprendía cómo se vestía la gente o cómo hablaba.

¿Ha habido grandes descubrimientos? 

Hay muchísimas cosas que desconocía como, por ejemplo, que el Real Alcázar de Madrid tenía muchísima vida por dentro. Era más un avispero que un palacio porque ahí dentro el Rey vivía con todos sus artesanos. Desde zapateros, modistos y taxidermistas hasta covachuelistas.

El asunto del Alcázar, además, tiene una dificultad añadida, porque se trata de un espacio que sufrió un gran incendio en el S. XVIII y desapareció.  

Claro, el incendio del Alcázar es importante también porque una de las pocas cosas que se salvan de las llamas es la Peregrina. Se pierden muchas obras de arte, de hecho, el cuadro de ‘Las Meninas’ de Velázquez se lanzó por una ventana para poder salvarlo. También utilicé la perla para contar la historia de Farinelli, el cantante de voz prodigiosa al que la reina Isabel de Farnesio contrata para animar a su marido, Felipe V, porque tenía unas depresiones horrendas hasta el punto de que no se lavaba nunca, no se cortaba el pelo ni las uñas. ¡Imagina!

Crónica social de cinco siglos.

A la gente lo que le divierte es saber cómo vivía la gente, cómo vivía Felipe II o cómo daban a luz las reinas, algo que no sólo hacían delante de todo el mundo, sino que, además, lo hacían sin poder gritar porque tenían que hacer todo con silencio y solemnidad. ¡No podían gritar o llorar! Una cosa terrorífica.

Además, cuando lees historia te das cuenta de todas las reminiscencias que nos han llegado hasta hoy como, por ejemplo, el uso del negro relacionado íntimamente con el poder y con el potente imperio español. Si miras una cumbre de líderes internacionales ahora todos van vestidos de negro… 

Esto es muy interesante, además, porque se pensaba que Felipe II iba siempre vestido de negro porque era un triste y estaba todo el día rezando el rosario. Pero, al investigar, de lo que te enteras es que el negro era el color más elegante que se vestía en Europa porque, hasta que los españoles descubren un tinte que se llama el palo de Campeche en México, el negro era como un poco color berenjena. Con este tinte se conseguía un color negro súper intenso que causó furor en Europa. ¡Eran los más elegantes del mundo, no era luto!

Bueno, Felipe II tenía razones para ir de luto, el hombre era un desdichado. Cuatros mujeres y ninguna sobrevivió.

Pobre hombre, la verdad, sí. Con Felipe II España era el centro del universo, en el imperio español no se ponía el sol, era increíble el poderío español.

Hablas del centro del universo, pero todo va en decadencia y así llegamos hasta hoy. Has novelado a los Austrias y a los Borbones, tras este repaso, ¿cómo ves la Casa Real de España actual?

Me da pena ver lo que está pasando con la monarquía. Soy sudamericana, para mí la monarquía es como cosas de princesas y dragones, no soy monárquica ni lo he sido nunca, pero reconozco que ha jugado un papel muy importante en la historia de España y ha sido una institución que ha dado una gran estabilidad en la Transición. Ahora Juan Carlos I está quedando fatal por todos los acontecimientos que hemos visto, pero creo también que cuando pase el tiempo la gente terminará reconociendo todo lo que ha hecho por España, aunque ahora estamos viviendo la parte más negra. Me da la impresión, de todos modos, que España no es un país muy monárquico, pero sí era muy juancarlista. Pero, ahora, con estos vaivenes, está en sus momentos bajos, lo cual me da mucha pena porque creo que el rey Felipe VI está haciendo una gran labor y es un monarca del S. XXI.

Todos los monarcas han tenido sus claroscuros.

Por supuesto. En este libro, como quería contar la parte humana, he relatado lo bueno y lo malo. Por ejemplo, el rey Carlos II fue un pobre chico que nace muy enfermo debido a una consanguinidad salvaje porque todos sus abuelos eran primos entre sí y él era cuñado de su madre. ¡Algo horrible, claro, porque sólo se casaban entre ellos! A los 4 años lo dejan de amamantar porque tiene que subir al trono y lo tienen que sujetar con unas cuerdas porque no se tiene en pie, pero lo cierto es que sí que supo rodearse de buenos ministros y España prosperó mucho en su época.

El S. XXI no ha inventado ni la corrupción, mira el valido Duque de Lerma.

Bueno, ¡ese es el mayor rapiñador que ha tenido la historia! Es el primero que se lleva la corte española a Valladolid porque quería revalorizar unos terrenos para venderlos y, más tarde, la trae de vuelta a Madrid porque también había comprado terrenos aquí. Los lobos de Wall Street eran unos principiantes al lado de este tipo.

Otra cosa que me ha hecho gracia en el libro es la referida a la cronista americana Elsa Maxwell y sus maneras de emparejar a la alta sociedad. A menudo decía: “¿Cómo se van a casar ahora los ricos con los ricos si están todos desperdigados por el mundo?”. 

¡Es que Elsa Maxwell era una cotilla impresionante! Organizaba fiestas para la alta sociedad y los millonarios, te diré que era una cosa que tenía mucho mérito porque era la mujer más fea del planeta, era horrorosa, y venía de una clase muy humilde. Se hizo amiga de todo el mundo y hacía fiestas donde, para que nadie se aburriera, jugaban a las prendas o la caza del tesoro y tuvo un éxito clamoroso. Le invitaban a todas partes, era amiga de Wallis Simpson, del duque de Windsor, de Grace Kelly…

Sí, sí. Es que no doy crédito a lo de esta señora.

¡No me digas que no tiene mérito!

(Reímos)

@MaríaVillardón

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