Fraudes científicos que conmocionaron al mundo
Por desgracia, los fraudes científicos están a la orden del día. No hay que olvidar que la ciencia mueve mucho dinero a nivel mundial. Así pues, a veces son errores, pero hay ocasiones en las que los investigadores publican estudios plagados de trampas, plagios y mala intención con la idea de embolsarse una buena suma, aunque en verdad sus hallazgos no aportan novedad alguna a la comunidad mundial.
Por desgracia, estos fraudes suponen un enorme gasto de fondos que podrían ser aprovechados por otros investigadores cuyos estudios sí están dando resultados positivos.
A veces, algunos autores reciben enormes subvenciones con la idea de mantener una línea de investigación sin salida, lo que, en realidad, se convierte en pura malversación de fondos.
Un gran hallazgo científico lleva a su autor a lograr un enorme prestigio, lo que le permite acceder con mayor facilidad a subvenciones. Sin embargo, estas prácticas fraudulentas pueden ser peligrosas, especialmente en el campo de la salud.
Fraudes científicos sonados
El coreano Hwang Woo-suk fue uno de los tristemente protagonistas más sonados de estos fraudes al publicar en 2004 que había logrado clonar un embrión humano. Por desgracia, lo que nació siendo una esperanza para la cura de la diabetes o el Parkinson acabó con sus huesos en la cárcel por malversación de fondos.
El japonés Yoshihiro Sato publicó una treintena de artículos fraudulentos a lo largo de su malograda carrera. Este osteólogo fue refutado en más de 20 de sus publicaciones, lo que le llevó a suicidarse en 2017.
Un fraude que conmocionó al mundo en 1912 fue el de Smith Woodward y Charles Dawson, quienes afirmaron que habían descubierto al homo heidelbergensis, una nueva especie. Decían haber encontrado al eslabón perdido entre el simio y el ser humano. Sin embargo, aquel hombre de Piltdown, como se bautizó, no era más que una combinación de mandíbula de orangután y dientes de chimpancé en un cráneo humano medieval. Aun así, el fraude perduró hasta 1953.
Mucho se ha hablado sobre la viabilidad de las vacunas y la posibilidad de que provoquen autismo. El último en aportar supuestos datos respecto a esta relación fue el cirujano Andrew Wakefield en 1998, quien afirmaba de la peligrosidad de la triple vírica. Sin embargo, su movimiento solo pone en riesgo la sanidad pública, ya que se ha demostrado que los argumentos esgrimidos resultan fraudulentos. Aun así, cada son más los adeptos a este arriesgado movimiento.
Estos son algunos de los casos más sonados en el mundo del fraude científico. No todo cuanto aparece en las más prestigiosas revistas es verdad.
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