Mi recién nacido tiene luxación congénita de cadera
Uno de los principales miedos que tienen quienes acaban de ser padres es que sus hijos cuenten con alguna enfermedad. De ahí que nada más nacer cojan a sus pequeños en brazos, los miren y remiren, le pregunten al médico si están bien o presentan alguna malformación…
La mayoría de los adultos respiran tranquilos al comprobar que sus recién nacidos están en perfecto estado de salud. No obstante, un mínimo porcentaje de los papás se topan con la cruda realidad: sus pequeños llegan a este mundo con una displasia articular que, durante los primeros meses de vida se irá desarrollando, hasta propiciar la aparición de lo que se ha dado en llamar luxación congénita de cadera.
¿Qué es y qué la causa?
Un 1% de los bebés es, según los estudios pediátricos realizados al respecto, el que tiene que hacerle frente a esta enfermedad, que consiste en que el hueso de la cabeza del fémur, de manera permanente o intermitente, sale de lo que es la articulación que existe en la cadera.
Problemas de ligamentos e incluso posturas incorrectas que adopta el feto durante el primer trimestre del embarazo fundamentalmente son las principales causas de que un recién nacido tenga esta patología.
Riesgos de padecerla
Por el momento, los estudios llevados a cabo acerca de esta enfermedad, aunque han apuntado posibles causas, no han podido demostrar con exactitud qué la origina. Sin embargo, sí que han venido a dejar patente que hay bebés que tienen más posibilidades que otros de padecerla. Es decir, que quienes tienen más riesgos al respecto son estos:
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Los primogénitos.
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Las niñas.
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Los pequeños que tienen algún antecedente en sus familias.
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Los que vienen al mundo en un parto de nalgas.
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Los que cuentan con algún tipo de malformación en sus pies.
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Los gemelos, mellizos, trillizos…
Síntomas de la luxación congénita de cadera
En el momento que han salido del interior de sus madres, los recién nacidos son examinados en profundidad y es entonces, mediante las conocidas maniobras de Barlow y Ortolani, cuando se puede percibir si sus caderas se encuentran en perfecto estado. Y así se les seguirá examinando hasta que cumplan los seis meses de edad, aproximadamente.
En concreto, los signos que pueden indicar desde temprana edad que un niño tiene la enfermedad son desde unos pliegues nada asimétricos en sus respectivas piernas hasta una articulación que se percibe inestable.
No obstante, se han dado casos de numerosos bebés a los que se les ha descubierto la patología más tarde. En concreto, cuando han comenzado a gatear y, especialmente, cuando han empezado a dar sus primeros pasos. Y es que ha sido en ese instante cuando sus padres han descubierto que algo les sucedía, que no adoptaban una postura correcta, y los han llevado al pediatra quien finalmente les ha diagnosticado la luxación congénita de cadera.
Tratamientos
Décadas atrás, los recién nacidos que sufrían esta enfermedad se veían obligados a estar hospitalizados durante meses, tumbados en las camas y con las piernas en alto dispuestas con una serie de pesos y sistemas de arneses. Sin embargo, afortunadamente, los tiempos han cambiado y ahora tratar la misma resulta más sencillo y menos doloroso.
Indiscutiblemente, como con cualquier otra patología, lo mejor es poder realizar el diagnóstico cuanto antes mejor, pues se evitará que la misma avance y se podrán corregir todas las consecuencias que hasta el momento haya presentado. En concreto, el niño puede desde caminar con notable dificultad, hasta andar cojeando pasando por tener una pierna más alta que la otra.
Una radiografía es, en este caso, la prueba que permite realizar el diagnóstico perfecto y si certifica la luxación permitirá que el médico establezca el tratamiento adecuado, en base a la fase en la que se encuentre la misma:
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Si la detección ha sido temprana y las consecuencias son las mínimas que suelen tener lugar, por regla general, será suficiente con colocarle al pequeño una férula o el conocido arnés de Pavlik. Ambos elementos solucionarán la citada enfermedad en breve periodo de tiempo y el resultado será inmejorable.
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No hay que olvidarse que, en algunos casos, esas correas que se colocan en las piernas de los niños no dan el resultado esperado. Ante eso, el médico optará por ponerle un yeso en la cadera pertinente.
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En muy pocas ocasiones, ninguna de las dos propuestas anteriores surten efecto y sólo quedará intervenir quirúrgicamente.
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