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Sin exigencia ni humildad

El Mallorca ha vivido en sus carnes el regalito de la Copa y el sinsentido del calendario. Vuelo de regreso desde A Coruña cancelado por causas meteorológicas, volar por la mañana, entreno por la tarde y un día y medio para preparar un duelo mucho más trascendente, el de este viernes en Mestalla.

Pero no todo es malo. Las citas de Sant Just, Soria y Riazor han servido para confirmar ciertas cosas. Lástima que la Navidad esté ya aquí y ante el Valencia se dispute el último partido del año porque no estaría de más resucitar las caretas de Abdón, sus reivindicaciones, sus saludos a la parroquia posicionada en contra de la autoridad y sentido común de Javier Aguirre. En cada una de sus actuaciones demuestra por qué es suplente, por qué Vicente Moreno le calificó hace años como el cuarto delantero o Larín siempre contó antes.

No es el único. La paciencia se agota frente a un Pablo Torre con quien no parece que vaya la bola, su relación coste/rendimiento, 5 millones, requerirá explicaciones en algún momento. La excedencia voluntaria de Maffeo, frustrada su ilusión por cambiar de aires en proporción directa al descenso de su caché. Lo lejos que está Llabrés de poder competir en su puesto o qué ha pasado con el Kumbulla que vimos en el Espanyol. Lo de Sergi Darder exige un punto y aparte. Un director deportivo de amplios conocimientos lo define en dos palabras: «es mallorquín». Traduzcan por «ja ho vorem».

A finales del pasado mes de febrero de 2025, después del empate del Mallorca en Sevilla, 1-1, merced a un milagroso gol de Valjent en el minuto 90, tuve ocasión de comentar el partido con un ex preparador físico mallorquinista que me lo resumió en menos de 30 segundos: «el nivel de exigencia es mínimo». Se refería en general a todas las esferas del club y su entorno, medios de comunicación incluidos. Me acordado de aquella opinión que comparto. Que jugadores que andan más cerca de los 20 años que de los 30, tengan que ser relevados por fatiga jornada tras jornada solamente significa dos cosas: mala preparación física o «manfutismo». Tal vez ambas y una dosis de autoestima injustificada.