¡Ni se te ocurra visitar estos lugares al caer la noche!
Puede que no lo sepas, pero cerca de ti hay muchos lugares que más te valdría no visitar después del anochecer. De día son alegres, vitales e incluso relajantes y amenos. Pero al caer la noche se vuelven lúgubres y llenos de cosas invisibles que acechan peligrosamente… Son recintos ‘mágico-sagrados’ donde algo bulle, algo que percibimos pero que no podemos explicar completamente utilizando las distintas herramientas de la razón. Sitios que interactúan con nosotros excitando la sensibilidad, la emotividad o la intuición de un modo determinante, que nos permiten adivinar que hay algo más que lo que vemos circulando por ahí.
La Fuente Redonda de Uclés, el santuario telúrico de Conquezuela, el santuario de Es Culleram, la cruz y los ojos de Ambite, la silla de Felipe II en El Escorial, la villa de Sintra en Portugal, la cripta de Sant Pere de Rodes, trenes fantasmas o carreteras siniestras… Estos son algunos ejemplos de los emplazamientos que se analizan en ‘Lugares a evitar cuando cae la noche’ (240 páginas, 17’95 euros), libro de Juan Ignacio Cuesta Millán llevado a las librerías por Ediciones Luciérnaga el pasado 24 de enero y que galardonado con el Premio Enigmas 2016. Sitios protagonistas de extraños rituales, con usos bien diferentes a los que se les presupone, con presencias o sensaciones que invaden a quienes los visitan y cargados de leyendas y misterio.
En la obra Cuesta Millán describe de forma exhaustiva los diferentes enclaves y establece las diferencias que se presentan si se visitan a una hora u otra del día. Cada uno de estos lugares tiene su entidad particular, su propia historia y por ello hay que analizarlos todos en su propio contexto. El autor incluso aporta sus propias vivencias y las sensaciones que experimentó cuando los descubrió o visitó. Desde las cavernas donde la noche ronda permanentemente hasta islas abiertas al mar día y noche.
Después de cada uno de los relatos puede que los lectores sientan la llamada de estos lugares y no pasará nada malo si se visitan correctamente. Esto es algo en lo que el autor insiste mucho a lo largo de libro porque la advertencia que se hace en el título no es tan tajante como pareciera. Es más, esta obra es una invitación al descubrimiento de estos lugares mágicos, a atreverse a saciar la curiosidad del lector más intrépido. ¡La decisión está en las manos de cada uno!
¡Ni se te ocurra visitar la cruz del niño Pedrín al caer la noche!
Esta truculenta historia tiene como escenario los pinares que tapizan las faldas del pico Abantos, en el pueblo donde Juan Ignacio Cuesta Millán pasó su niñez: San Lorenzo de El Escorial. Sucedió a finales del siglo XIX y fue un hecho que, a pesar del tiempo transcurrido, ha dado lugar a una leyenda inquietante. El lugar es un paraje presidido por una cruz solitaria, situado por encima de las aguas de la presa del Romeral, una de las que se hicieron en el siglo XVIII para suministrar agua al monasterio que mandó construir Felipe II. La inscripción de la cruz reza lo siguiente: “El 10 de febrero de 1893 fue hallado en este sitio el cadáver del desgraciado niño Pedrín Bravo y Bravo, víctima de brutal salvajismo”.
Son muchas las hipótesis que se han barajado sobre la extraña muerte de Pedrín, pero la realidad es que nunca se ha llegado a conocer la verdad. En un principio la versión oficial determinó que se trataba de un caso de secuestro por parte de un pederasta que habría asesinado al niño tras haber abusado de él durante un mes. Luego vinieron especulaciones, como la que afirmaba que el niño había ido a escuchar los oficios al monasterio, y que era allí donde había sido secuestrado y retenido por los monjes. Incluso se llegó a decir que había sido raptado por un gigantesco y extraño ser que, cuando llegaron los que le buscaban, se escapó huyendo hacia la cima de la montaña.
Aquellos hechos terminaron por convertirse en la leyenda del fantasma de un niño que ronda en los alrededores de la cruz en ciertas noches y que cuando se aparece, quienes lo ven mueren de miedo. Así que por si acaso no es bueno ir por allí cuando no conviene…
¡Ni se te ocurra visitar el santuario telúrico de Conquezuela al caer la noche!
Estamos ante uno de los santuarios prehistóricos más extraños y misteriosos de la geografía hispana. Está fuera de las principales rutas y no recibe demasiadas visitas. Situado entre Conquezuela y Miño de Medinaceli y bañado por el río Bordecorex, podría pasar desapercibido si no sabemos dónde está. Nos encontramos ante un santuario genuino, un capricho de la naturaleza donde se produjo en tiempos remotos una importante hierofanía, palabra que según su creador, el antropólogo Mircea Eliade, sería “sentir la presencia de lo sagrado”.
Al fondo de una grieta de unos dieciocho o más metros de alto por unos dos de ancho hay una pileta mágica que recoge gota a gota el agua que desciende por el musgo brillante y que debió de servir para realizar ceremonias lustrales en honor de las deidades de la laguna que tenían enfrente. Al pie de la rampa de subida hay una especie de grada de seis escalones. En lo alto tiene lo que sería un asiento y una serie de canales descendentes que conducen hasta una especie de hueco por el que se vertería en las aguas la sangre de unas supuestas ofrendas, no sabemos si de animal o de persona. O sea, estaríamos ante un altar ceremonial.
El santuario es una fisura vertical en la roca que tiene el aspecto de unos genitales femeninos. Para los pueblos primitivos estas analogías referentes a la fertilidad fueron consideradas fuentes de vida y perpetuación de las tribus, pero también residencia de entidades suprahumanas que se manifestaban mediante poderes creadores. La Iglesia decidió que había que cristianizar el fenómeno, por lo que ‘casualmente’ se inventó una aparición mariana en esta cueva, la de la Virgen de la Santa Cruz. Así que no hubo pudor alguno en levantar en su puerta una ermita e instaurar una fiesta anual en el lugar.
¡Ni se te ocurra visitar los ‘tambores’ del Marte berciano al caer la noche!
El Teleno es el monte más sagrado de la sierra que lleva su nombre. En sus faldas se reparten una gran cantidad de petroglifos y cazoletas repartidas por sus laderas en diversos lugares, siempre orientados a las cumbres. La función de todos ellos era indudablemente mágico‐religiosa, relacionada a buen seguro con la presencia de las corrientes telúricas latentes que atraviesan la Somoza.
En la zona podemos encontrar antiquísimos y muy toscos recintos sagrados, donde tendrían lugar ceremonias importantes, como el llamado ‘de la Peñaferrada’, difícil de encontrar entre los pueblos de Villalibre, Lucillo y Luyego. Este presenta un aspecto un tanto extraño, por que recuerda una pista de aterrizaje en la que se ven diversos mojones. Resulta curioso que, junto a uno de estos santuarios, haya gentes que afirman escuchar como una extraña vibración de origen desconocido que no se puede achacar a maquinaria, movimientos tectónicos de baja intensidad, el viento u otras razones justificables a simple vista. Aunque es posible que esto suceda como respuesta de la tierra a las fuertes oscilaciones térmicas que se dan en la región, sin descartar las hipótesis más imaginativas que atribuirían el fenómeno a las presencias extrañas que tradicionalmente se han manifestado en lugares vedados a la mayoría como este, tenidas por entidades monstruosas sobrenaturales.
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