‘La red púrpura’: las segundas partes pueden ser hasta mejores
‘La Novia Gitana’: Nerea Barros confiesa qué fue lo más difícil de meterse en la piel de Elena Blanco
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Para muestra, La red púrpura, continuación de La novia gitana (AtresPlayer Premium), que supera no sólo a su antecesora televisiva sino también a la novela en la que se basa (esto tampoco era tan difícil). Carmen Mola es un referente literario para muchos. En realidad, ya como todo el mundo sabe, es el pseudónimo tras el que firman tres señores- Jorge Díaz, Antonio Mercero y Agustín Martínez-. Su saga protagonizada por la inspectora Elena Blanco, empezando por La novia gitana, es un fenómeno editorial y su adaptación televisiva era algo evidente.
La novia gitana (la serie) fue una de las grandes apuestas de AtresPlayer Premium en 2022, consiguiendo una panacea artística: superar al original literario. Cierto es que, en este caso, la hazaña tampoco era tan difícil. La novela es mediocre. Podrá gustar mucho pero es un hecho. Abusa del lenguaje pobre, de los diálogos espantosos. Los personajes masculinos son antipáticos y amorales que terminan siendo los héroes mientras que las mujeres policías están siempre cabreadas y el mundo gitano se revisa bajo el prisma de un turista poco curioso.
La adaptación de esta primera entrega de la saga rompió con los clichés, renovaron la trama (el desenlace criminal era muy distinto en la serie) y creó una ambientación trillada pero efectiva.
Pero La novia gitana (tanto la novela como la serie) era sólo el aperitivo. La miga dramática está en su continuación directa: La red púrpura. Es en esta tanda cuando los personajes se la juegan, donde realmente se conecta de manera emocional con el crimen. Sin hacer spoilers, decir que, tras la escalofriante escena final de la primera temporada, en la nueva no hay tiempo para el reposo. La deuda narrativa es demasiado grande como para andarse con rodeos.
Talento contra clichés
Paco Cabezas (Penny Dreadful, Umbrella Academy), el director, vuelve a demostrar su maestría en la composición de ambientes. Con buen pulso, la serie le da al espectador mucho más que en su primera tanda. Aquí los personajes arrancan al límite, todo está destinado a estallar de un momento a otro. Y lo mejor es que ahora sus historias nos importan y están relacionadas con la investigación principal.
Siguen existiendo los clichés de siempre (¿por qué todos los policías cinematográficos son alcohólicos traumatizados por su pasado?) y los personajes femeninos pecan de ser iguales ( las tres protagonistas son del mismo perfil mientras que sus compañeros masculinos disfrutan de más diversidad de carácter) pero estos no dejan de ser handicaps heredados del original literario, aunque ya podrían, los guionistas, haberle dado una vuelta a estos tópicos.
Nerea Barros sigue haciendo oro con su interpretación de Elena Blanco, principalmente porque es un personaje insufrible. Estar enfadado todo el tiempo no es una personalidad, esto es lo que no entendieron los autores de la novela. La actriz, aún encorsetada por el texto, sabe darle capas a esta heroína con una economía gestual memorable.
Vistos los 6 primeros capítulos de la temporada se puede confirmar que esta tanda supera con creces la anterior y, por supuesto, a la novela. El ritmo es trepidante, algo abrumador a veces y aunque se confunde tensión con casquería y morbo, el resultado final es vigoroso. Da una sensación constante de estar viendo algo grande.
Vistos los 6 primeros capítulos de la temporada se puede confirmar que esta tanda supera con creces la anterior
El problema de las adaptaciones
La red púrpura viene a confirmar lo bueno y lo malo que tiene nuestra industria actualmente. Por un lado, habría que analizar por qué ahora la mayoría de proyectos audiovisuales que se compran son adaptaciones de novelas de éxito. Como estrategia empresarial tiene sentido. Mejor invertir en una historia que ya se sabe que funciona. Aquí hay dos problemas.
Hay que entender que adaptar es cambiar de lenguaje. Una historia que funciona en papel puedo no hacerlo en pantalla y viceversa. Además, siempre existe el factor decepción del lector. El mantra de “ me gustó más el libro” es eterno y no es justo. Pero tanto La novia gitana como La red púrpura son ejemplos magistrales de adaptación. Se le da al espectador-lector cosas que no sabe, le sorprendes, pero respeta lo suficiente la esencia (lo que quiera que signifique eso) de la novela.
Pero, por encima de todo, La red púrpura es a lo que deberíamos aspirar en televisión: un producto de aspiración comercial pero con autoría, con sello, con alma.
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