‘Adolescencia’: ¿La mejor serie del año o un ejercicio pretencioso?
Cada uno de los cuatro capítulos está rodado en plano secuencia
Es la serie más vista de Netflix y muchos la califican ya como la mejor de un año que acaba de empezar. Adolescencia es uno de esos fenómenos que suelen aparecer casi de incógnito en la plataforma de streaming y que, gracias al boca- oreja, se convierten en auténticos éxitos. Son cuatro episodios y cuatro planos secuencia que dejan al espectador absolutamente desarmado. Una historia llena de verdad y de trampas narrativas que incomoda, sorprende y se queda en la retina mucho después de su visionado. Los ingleses vuelven a marcar el pulso de la ficción con esta miniserie sobre la detención de un chaval de 13 años acusado de un brutal crimen. ¿Adolescencia es el nuevo milagro de Netflix o peca de una forma pretenciosa para contarnos lo de siempre?
El truco para que una serie no decaiga
Hay un principio narrativo muy interesante de cara a escribir una serie de televisión: «Haz que el espectador piense que la trama va a terminar en cada capítulo y, en el último minuto, te sacas un as bajo la manga que haga que la gente se pregunte cómo narices va a continuar la historia». Esto me lo contó mi primer profesor de guion y Adolescencia cumple con este mandamiento a rajatabla.
Un chico (para mí, un niño) de trece años es detenido después de que un comando policial interrumpa en su casa ante la sorpresa y la desesperación de sus padres. El chaval llora, sus progenitores, en pijama, recién levantados, no entienden qué ocurre. «Debe de ser un error. Mi hijo es incapaz de hacer nada malo». Los policías están convencidos y llevan al sospechoso a comisaría. ¿Qué ha pasado? ¿De qué se le acusa? Lo sabremos al final del primer episodio. Y no sólo eso. Ahí también veremos la prueba indiscutible de la culpabilidad. Es aquí cuando el espectador piensa: «Vale, bien, ¿y ahora qué? ¿Qué más se puede contar?» Y es en el segundo capítulo cuando los creadores responden con un sonoro «sujétame el cubata…».
A continuación se abre otra vía de investigación que cuestiona lo que ya sabíamos y después, en el tercer episodio, todo explota de una manera monumental, incómoda y sorprendente aunque muy verbal (es el capítulo más teatral de todos). Adolescencia es el ejemplo perfecto de cómo estructurar una serie y plasmar los distintos puntos de vista (sociales y personales) sobre un mismo suceso. Debería estudiarse en todas las escuelas de cine.
Producida por Brad Pitt
La serie está Protagonizada por el maravilloso Stephen Graham (This is England, Boardwalk Empire, Matilda o El irlandés), en el papel del padre del chaval acusado (), el guion corre a cargo del mismo Graham, junto a Jack Thorne (This is England), está dirigida por Philip Barantini y producida por Plan B Entertainment (la productora de Brad Pitt), que fue la que le pidió al cineasta hacer una ficción seriada en plano secuencia.
¿Era necesario rodar en plano secuencia?
Y es ahí, en el mecanismo elegido, donde uno puede tener sus dudas. Los planos secuencia son dificilísimos de hacer, se requiere una planificación exhaustiva que se cierre a cualquier imprevisto. Se trata de un recurso narrativo que sirve para crear más sensación de cercanía, intimidad, realismo y, por lo tanto, tensión. Los planos secuencia son lo contrario a una elipsis, por lo que, si no se quiere caer en la falta de ritmo, hay que cubrir muchos vacíos con volteretas de guion y movimientos de cámara, lo que, en ocasiones, llega a empachar.
Tras ver el primer capítulo de Adolescencia, uno se pregunta si el uso del plano secuencia era necesario para contar la historia o tan sólo una excusa para que el cineasta se luzca (algo que pasa mucho). Viendo la serie completa uno entiende la utilización del truco. Aquí, la forma es también contenido. La falta de cortes nos invita a reflexionar sobre cómo los traumas nos cambian la vida de un segundo a otro, cómo el tiempo se mide en el impacto psicológico de lo que estamos viviendo o cómo la peor de las situaciones también puede ser dolorosamente cotidiana .
Actores impresionantes
Párrafo a parte merecen los intérpretes. Stephen Graham se marca un final de serie apoteósico, duro y nada obvio (esa conversación telefónica con su hijo es magnífica) pero la gran estrella de la función es Owen Cooper, el adolescente acusado. Los registros interpretativos de este chico (capaz de caerte bien y darte miedo en dos segundos) le llevarán muy lejos en la industria (¿Se habrá presentado a las pruebas para Harry Potter: la serie?).
Masculinidad frágil y otros pecados
Formalismos a parte, Adolescencia aborda varios temas de interés. Primero, la comunicación generacional, la educación social, familiar y tecnológica que se le da a nuestros jóvenes. Segundo, se aborda de manera muy elegante la masculinidad frágil y la necesidad del hombre por mantener su estatus como dominante de la tribu. Pero, sobre todo, Adolescencia habla de la redención, de la aceptación de nuestros propios errores, de asumir nuestra responsabilidad y de la capacidad de sanar la peor de las heridas. Una maravilla.
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