Yolanda, ¿bullying o medalla para don Amancio?
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En una entrevista en 2013, cuando era alcalde de Londres, Boris Johnson animaba a acabar con el bullying a los ricos. Decía que, en vez de meterse con ellos, deberían recibir títulos de caballero por su contribución a la Hacienda de Reino Unido, ya que pagaban el 30% de todos los impuestos sobre la renta y del seguro nacional lo que permitía cuidar de sus enfermos y ancianos y construir carreteras, ferrocarriles y escuelas.
Luego fue ministro de Exteriores y ahora, ahí lo tienen, de primer ministro. Aquí, con un discurso como aquel, hubiera suspendido Educación para la Ciudadanía y no pasaría de primarias en su barrio. Pero allí lo sigue practicando y no le va mal. Seguramente aprendió de su paisano Scruton aquello de «a los pobres no se les ayuda vengándose de los ricos, sino abriendo las puertas al avance social».
Siguiendo a aquel filósofo, la semana recibió a Sánchez Galán, presidente de Iberdrola, quien llegó a la isla con 7200 millones de euros para invertir y crear 7000 empleos de alto nivel. Lógicamente, el inglés le ha recibido con su mejor té y un “tú siempre serás bienvenido” aunque bien sabe que es a Sánchez y a su Gobierno, campeón de la inseguridad jurídica y económica, a quien tiene que agradecer la huida de inversiones.
Pero no pasa nada, tranquilos, aquí también haremos escuelas y hospitales pero solo con los impuestos de los ricos. Y así lograremos la igualdad social, volverán los brotes verdes, cuadraremos el presupuesto, comeremos perdices y seremos felices. Con este discurso sí que se aprueba Educación para la Ciudadanía y se nos llena el hemiciclo de yolandas y errejones mientras, eso sí, se nos vacía España de ahorro e inversiones.
Y es que aquí, a los ricos, ni la bienvenida ni las gracias. Quizá, si fuese un nuevo rico que invitase a su yate al alcalde de Valladolid o artistas de la cuerda que hacen películas que nadie ve con cargo a los contribuyentes, se les trataría mejor; pero a tipos como don Amancio, que se dedican a correr riesgos e invertir, ni las gracias por sus donaciones contra el cáncer.
Cuando en 1975 Amancio Ortega abrió su primera tienda en la Coruña podría haberse quedado detrás del mostrador tranquilamente, y hoy, con su pensión, estaría bailando en Benidorm con cargo a Imserso. ¿Para qué correr riesgos?; pero prefirió liarse y hoy da empleo a 175000 personas en todo el mundo. Merece ello el bullyng de Podemos o la medalla del Gobierno al mérito del trabajo. ¿Qué opina nuestra Ministra de trabajo?
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