La ‘transparencia’ de la UGT catalana
Los dos grandes sindicatos se llenan la boca de pedir «transparencia» a los empresarios y a los partidos de centro derecha, y no hacen más que dar lecciones a los demás sobre cómo deben comportarse. A pesar de su falta de ejemplaridad, y de haber demostrado su servilismo hacia los gobiernos de turno – también a los de derechas, la sumisión sindical en Cataluña hacia el pujolismo y el post-pujolismo fue muy descarada -, no paran de dar la turra. Aunque su prestigio está por los suelos, y cada vez movilizan a menos gente, se siguen comportando como si fueran las mismas organizaciones que tenían, en los últimos años del franquismo y los primeros de la Transición, un gran apoyo en amplias capas de la sociedad española.
La última muestra de la jeta de cemento armado que tienen algunos dirigentes sindicales se ha visto en una entrevista concedida esta semana a El Periódico de Cataluña por parte de Camil Ros. ¿Quién es? Es el actual secretario general de la UGT catalana y el hombre de confianza del actual líder nacional del sindicato, Josep María Álvarez, al que sustituyó en el cargo. El periodista le preguntó: «No hace mucho supimos cuánto cobra el presidente de la CEOE, 400.000 euros brutos al año. ¿Cuánto cobra el secretario general de la UGT de Cataluña?». Y Camil Ros se negó a contestar con un argumento que muestra su talante y el de la organización que dirige: «Por política interna del sindicato no hacemos pública esa información».
Un sindicato que cobra una cantidad ingente de dinero público se niega a hacer público el sueldo de su máximo dirigente. Esta es la UGT catalana del 2023 por culpa de una cúpula que ha hecho del clientelismo su forma habitual de trabajar. Camil Ros se permite esa chulería, básicamente porque sabe que le va a salir gratis, porque el poderoso aparato mediático que le protege hará que esta cuestión quede en nada. Los dirigentes de la UGT catalana han sido tan serviles hacia el poder en Cataluña que se sienten muy fuertes. Recordemos que Ros es el continuador del giro separatista de este sindicato, que ya comenzó Josep Maria Álvarez al fichar para las juventudes de la UGT catalana, en los años 90, a un buen número de dirigentes y militantes de partidos separatistas.
Camil Ros comenzó su carrera política en el sindicato universitario Bloc d’Estudiants Independentistes (BEI) y en las JERC, las juventudes de Esquerra Republicana, formación de la que fue secretario general en 1996. Antes fue dirigente de Maulets, una organización juvenil secesionista aún más radical. Tras ser captado por Álvarez, entonces líder de la UGT catalana, para los puestos de dirección del sindicato en Gerona, Ros fue escalando hasta conseguir ser la cabeza visible de la organización a nivel catalán y fue colocando a sus peones, muchos de ellos radicales separatistas.
Durante los años más duros del procés Camil Ros fue muy activo en defensa de lo que denominaba presos políticos y ha ido convirtiendo a un sindicato de clase en una organización dominada en buena parte por el independentismo. Este es el personaje que se niega a explicar cuál es su sueldo. En estas manos está buena parte del mal llamado «diálogo social» en Cataluña, en realidad una componenda entre un gobierno separatista, los dos grandes sindicatos que son compañeros de viaje del independentismo y una patronal demasiado despistada.
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