Todos los españoles, al albur de Puigdemont
Una vez que el Tribunal Supremo no aplicará la amnistía exprés para Puigdemont y demás compañeros del procés por los delitos de malversación y apropiación indebida de caudales públicos, tal y como le garantizó Sánchez antes de ser investido presidente, parece que el prófugo de Waterloo está dispuesto a cumplir sus amenazas de dejar caer a Sánchez.
Por una vez, el inexportable secesionista de Gerona parece que pudiera revertir al pueblo español algo del mucho daño que le ha inferido desde que inició su locoide aventura independentista repleta de odio hacia sus compatriotas de todas las Españas.
Pero el hecho cierto es que al día de hoy la hoja de ruta de España, todavía cuarta potencia europea, continúa marcándola el prófugo que teme más al juez Pablo Llarena que los payeses gerundenses una tormenta continuada de granizo. Si tantas veces amenazó y sigue amenazando con dar por terminada la legislatura, gran calvario para el autócrata monclovita, no sé a qué espera. Porque, al parecer y con hechos, parece que el hombre del barrio de Tetuán le ha engañado aún más que al resto de los ciudadanos españoles, votantes socialistas incluidos.
Algo parece cambiar en las permanentemente movedizas arenas de la política nacional. Escribo «parece» porque a ciencia cierta todo sigue igual y continuará exactamente igual, decadencia cuasi absoluta, hasta que el leviatán monclovita no sea removido de su amada poltrona. Quienes tienen esa posibilidad son sin duda los nacionalistas catalanes y vascos, y salvo el tema de Venezuela no parece que haya causa mayor para tomar una decisión tan histórica como drástica. Tanto catalanes como vascos saben perfectamente que nunca habrá en palacio presidencial jefe de gobierno más dadivoso que Sánchez; por lo tanto, creen que todavía no se le ha exprimido lo suficiente. Muchas de las cosas que están consiguiendo serán difícilmente reversibles.
Dicho de otro modo y en román paladino: no se engañe el lector. Puigdemont, pese a sus requiebros de tigre de papel, manda, influye y decide en España. Sobre la vida presente y futura de 48 millones de sufridos contribuyentes.
El resto es fosfatina barata.
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