Sindicatos: ¿contra quién se manifestarán?
¿Contra el Gobierno Sánchez porque pretende seguir en el poder sin Presupuestos Generales? ¿Contra su gobierno amigo que no es capaz de detener la carestía de la vida? ¿Contra un poder ejecutivo que hace lo contrario de lo que afirma y sube el gastos en defensa? ¿Contra un presidente carcomido por la corrupción? ¿Contra una vicepresidenta/amiga que se aferra al coche oficial y a los gastos de representación en beneficio propio contra sus propios postulados?
Tendrán que decirlo, aunque su desprestigio es difícil que pueda emborronarse más.
Hemos escrito en numerosas ocasiones que un país en progreso, libre y democrático necesita unas organizaciones empresariales y sindicales fuertes en su implantación e independientes que respondan a las demandas de los teóricos representados. El sindicalismo europeo alemán es, sin duda, un ejemplo porque, entre otras cosas, viven de las cuotas de sus afiliados.
Estudiado el caso con una cierta perspectiva histórica del caso español se podría concluir que desde el inicio mismo de la Transición los autodenominados sindicatos «de clase» no han sufrido peor valoración que ahora mismo. El prestigio de los dos jefes de las organizaciones de izquierda y ultraizquierda (conocidos en sus propios ambientes como el «dúo de Yolanda») está bajo mínimos y la conclusión general es que son la larga mano subvencionada de la ministra de Trabajo.
Se lo han ganado a pulso. No hacen sindicalismo; hacen política pura y partidaria. Están más interesados en el poder y su reparto (de hecho, meten la cuchara en todo lo público, RTVE, EFE, Paradores, SEPI, etc.) que de atender lo que demandan los trabajadores cuyo nombre invocan falsamente un día sí y otro también. Eso sin subrayar sus casos de corrupción que tapan.
UGT y CCOO no podrían abrir siquiera las personas de sus oficinas (tengo buen cuidado en no utilizar la palabra «chiringuitos», aunque en determinados casos podría) sin el dinero público que Sánchez y sus cuates les inyecta en vena en cantidades que no se corresponden con sus servicios a la sociedad.
¡Anda que no han tenido ocasiones objetivas para llamar a sus miles y miles de liberados a tomar las calles! Cierto es que en sus últimas convocatorias han pinchado alarmantemente para sus intereses y se ha dejado claro que sus amenazas son gritos de tigres de papel.
Seguramente, habrán entendido ya que es mejor reservar sus baterías infladas para cuando gobierne la derecha.
Lo veremos.
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