Sánchez o el caos
No hay que negarle al presidente del Gobierno la originalidad política. Verdadero aventurero y creador de costumbres políticas como la del cambio de opinión, las investiduras Frankenstein, su famoso manual del resistente, ahora nos sorprende con un período de reflexión para decidir si dimite o no. Y como otra innovación lo anuncia en una carta que cuelga en una red social. Como si fuera un influencer. No hay que negar gracia al asunto, y por encima de todo su figura personal se convierte ya sin ningún género de vida en el eje central de toda la política, incluso de la vida nacional.
En la historia de la democracia nadie ha conseguido lo de Sánchez, o la manera en que todos los ciudadanos estemos expectantes para saber cuál será su siguiente movimiento táctico, o sus verdaderas intenciones, si va de farol, es una pantomima o un brillante avance en ese tablero de ajedrez que sólo maneja él. A todos nos pilló con el pie cambiado cuando convocó elecciones generales unas horas más tarde de haber sido derrotado en las autonómicas y municipales. Nuevamente, agita el avispero político, y al modo del Luis XIV, está a punto de pronunciar «L’Etat, c’est moi». Fuera o no apócrifa la frase, representa que se asimilan las circunstancias personales al sentido del Estado. Y esto es nada menos lo que Pedro Sánchez anuncia en esos ejercicios espirituales que ha programado este largo fin de semana para deshojar alguna margarita sobre su siguiente paso en su singular singladura política.
Lo cierto es que los comentaristas políticos, muy críticos con la figura del antiguo jugador del Estudiantes, deberían reflexionar sobre el sentido de sus censuras. Cada tarde de gloria de Pedro Sánchez es impagable. Y les permite conjeturar y especular de modo inagotable sobre las pretensiones y voluntad de este político inclasificable. Algunos dicen que plebiscito, otros de tintes populistas. Los de más allá que dice la verdad, por lo menos en ese momento, e incluso algún mal pensado que no quiere conocer los resultados de las investigaciones judiciales. Sea lo que fuere, al menos durante estos días vivimos en el todo o nada que supone que con Sánchez o sin él, no tienen nuestros males remedios como diría la canción. Y las catalanas en el horizonte, de remate.
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