Opinión
OPINIÓN

Respiren hondo y digan conmigo: soy de derechas

  • Xavier Rius
  • Director de Rius TV en YouTube. Trabajó antes en La Vanguardia y en El Mundo. Director de e-notícies durante 23 años.

Yolanda Díaz lo dijo en el último pleno tras poner la mano en el fuego por la honradez de Pedro Sánchez. «La ciudadanía progresista está angustiada porque no quiere que gobiernen las derechas en España», proclamó.

«Hoy subo aquí, señor Feijóo, en nombre de mi padre, porque no querría jamás que gobernaran las derechas en nuestro país», añadió. «No queremos que gobiernen ellos», insistió todavía.

No sé por qué está mal visto ser de derechas en España. Es, sin duda, una herencia del franquismo que la izquierda ha sabido exprimir como una naranja durante más de cincuenta años. De hecho, todavía lo hacen ahora. Ser de derechas equivale, en su opinión, a ser franquista. Es la fórmula mágica.

El propio Pedro Sánchez se refiere a su ejecutivo como «gobierno progresista», mientras que a PP y Vox los mete en el mismo saco. «La derecha y la ultraderecha» es la cantinela habitual en mítines, sesiones parlamentarias y ruedas de prensa.

En mi modesta opinión, Vox no es «extrema derecha» en el sentido clásico del término. La extrema derecha de los años 30 lo que quería era instaurar regímenes autoritarios, dictatoriales o hasta totalitarios. Como la extrema izquierda, por cierto. No en vano, las democracias liberales habían quedado muy tocadas con la crisis del 29.

Por otra parte, está la idea extendida de que solo Alemania, Italia y España sucumbieron a este tipo de regímenes. Pero en realidad, excepto Reino Unido y Francia y pocos más, la mayor parte cayeron en la tentación.

Desde luego Portugal, el vecino más cercano. Pero también Hungría, Rumanía, Yugoslavia, Bulgaria. El padre de la patria polaca, el mariscal Piłsudski, artífice de la independencia frente a los rusos, acabó también de dictador.

Por lo que respecta a Reino Unido, una parte de las élites británicas —empezando por el monarca Eduardo VIII, al que hicieron abdicar— eran filonazis. Mientras que Francia estuvo al borde de la Guerra Civil en los disturbios del 6 de febrero de 1934. Acabó gobernando el Frente Popular, pero apenas dos años.

Además, si Vox es «extrema derecha», por lógica Sumar y Podemos son «extrema izquierda». Al fin y al cabo, están en el otro lado del extremo ideológico. Sin olvidar que Bildu, Junts y Esquerra se sitúan fuera abiertamente de la Constitución.

Como catalán, he de decir que no he visto nunca a nadie de Vox quemar no ya un contenedor sino ni siquiera una papelera. No puedo decir lo mismo de los ‘indepes’.

El número de contenedores calcinados durante el proceso —la famosa ‘batalla de Urquinaona’— se calcula por centenares. Sin olvidar la ‘okupación’ del Aeropuerto, el bloqueo de la frontera internacional de La Jonquera durante tres días —con concierto de Lluís Llach incluido— o el corte de la autopista en Salt, entre otros episodios.

En Alemania o en Italia, en cambio, no van pidiendo perdón por ser de derechas. La CDU ha gobernado más de 50 años a pesar de que Hitler estableció una dictadura muchísimo peor que la de Franco. Y la democracia-cristiana hizo otro tanto en Italia tras el régimen de Mussolini.

Los conservadores británicos, por otro lado, tampoco van disculpándose por ser conservadores. Y, en algunos casos, plantearon medidas en materia de inmigración —como aquel barco prisión para los que llegaran sin papeles— que si lo llega a proponer Santiago Abascal lo crujen en TVE.

Es el gran éxito de la izquierda: el dominio del marco mental. Sánchez lo volvió a ejemplificar en el último pleno cuando decía aquello de «gobierno de coalición progresista».

Es hora de romper con ese marco. Respiren hondo y digan conmigo: soy de derechas. Ya verán cómo no pasa absolutamente nada. Es lo que creo que debería hacer el PP en vez de intentar ocupar la «centralidad». Con eso asume, en realidad, la trampa que les tienden desde La Moncloa.