Las relaciones familiares de la Casa Real
Lo más eficaz para averiguar cómo andan las relaciones internas en el seno de una familia es observar su comportamiento en cualquier ocasión en la que aparezcan en público y después, con más calma, ver detenidamente las imágenes obtenidas por las cámaras de fotos y de video, captadas por los profesionales de los medios de comunicación. Las cámaras no mienten, pueden a veces disimular algo en una instantánea, pero en la siguiente captura de imagen vuelve la realidad del momento vivido.
Un ejemplo claro de lo anterior es lo que reflejan los testimonios gráficos de la presencia de la Familia Real española en la Capilla de San Jorge, ubicada en el recinto del Castillo de Windsor, durante los actos religiosos celebrados esta semana en memoria del fallecido rey Constantino de Grecia. Puede que en algún momento se haya podido pensar que se trataba de un espejismo el pensar que la relación entre los actuales Reyes, Felipe y Letizia, y el anterior monarca, Juan Carlos I, había dado un vuelco de 180 grados al observar la escena. Los gestos de cordialidad eran inequívocos: la Reina Letizia mostraba una amplísima sonrisa, a pesar de estar colocada por el protocolo junto a su suegro, tanto durante el oficio religioso como a la salida del templo. Y el actual jefe del Estado parecía estar muy complacido de que la mano de su padre descansara sobre su brazo, y de ser él quien le ayudara a caminar, en lugar de uno de sus asistentes.
La atmósfera ha sufrido un cambio tan profundo que los periodistas que habitualmente cubren la información de la Familia Real española preguntaron a los responsables de comunicación del Palacio de la Zarzuela si ese ambiente de cordialidad y empatía, tan ausente durante los últimos encuentros, tenía un significado especial y podría significar alguna diferencia con las normas aceptadas por el padre de don Felipe hace un par de años. Al parecer, la respuesta de la Casa del Rey fue que las reglas establecidas acerca de la residencia de don Juan Carlos en Abu Dabi, las visitas a su país que se han hecho más frecuentes y otros detalles siguen siendo la norma por cumplir.
Pese a todo, algo ha cambiado sin ninguna duda: ver a doña Letizia sonriente al lado de su suegro, en contraste con la severidad de su rostro en ocasiones anteriores, junto con una incomodidad manifiesta por aparecer junto a él en los medios, ha llamado mucho la atención. También que el Rey actual no eludiera ser captado por las cámaras, como en el entierro del propio Rey Constantino o en la celebración del sesenta cumpleaños de su hermana, la Infanta Elena, ha sido muy comentado. De esa actitud de no coincidir, si era posible, con su padre, para evitar que se captaran imágenes de los dos juntos, el Rey Felipe ha pasado a ofrecer a su padre el apoyo imprescindible para mantener el equilibrio. Un gesto que le honra y que es tan habitual en las relaciones entre padres e hijos.
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