Opinión

Que el soldado Sánchez se salve solo

Según le contó en 2015 a Bertín Osborne cuando lo entrevistó en su casa, Pedro Sánchez hizo la mili al terminar la carrera, pocos años antes de que Aznar pusiera fin al servicio militar obligatorio, forzado por un Jordi Pujol que le impuso esa condición para investirlo tras las elecciones generales de 1996, en aquellos tiempos en los que el del PP confesaba que hablaba catalán en la intimidad. Existen fotografías de la jura de bandera de un rapado presidente del Gobierno en el Centro de Instrucción de Reclutas (CIR) de Cáceres, donde apenas permaneció tres meses hasta que fue destinado al Servicio Geográfico del Ejército, situado en el acuartelamiento Alfonso X, en Campamento (Madrid), por donde se dice que apareció poco y disfrutó de muchos permisos. A Bertín Osborne le dijo que prefirió hacer la mili porque sólo eran 9 meses, en vez de los 13 de la prestación social a la que estaban obligados los objetores de conciencia, más acordes con su ideología socialista.

Unos años después de vestir de militar y besar la bandera, tras ser proclamado por primera vez secretario general del PSOE, en una entrevista que concedió a El Mundo en octubre de 2014 le preguntaron «¿Qué Ministerio sobra y qué presupuesto falta?», a lo que Sánchez respondió como haría cualquier aspirante a Miss Universo: «Falta más presupuesto contra la pobreza, la violencia de género… Y sobra el Ministerio de Defensa». Ni Yolanda Díaz podría haberse explicado mejor. Pero a estas alturas a nadie se le ocurriría esperar coherencia de un político que ha titulado su biografía Manual de resistencia y que ya ha demostrado sobradamente que no se siente obligado por nada de lo que haya dicho o prometido y que se ríe cuando le muestran una hemeroteca plagada de bulos, mentiras e incumplimientos que sus votantes perdonan porque «al menos no gobierna la derecha» y encima es guapetón.

Si Sánchez saca provecho de hacer la mili, la hace; si luego le conviene convertirse en un furibundo antimilitarista, se convierte; y si al poco le viene bien proponer un incremento brutal en el gasto militar, lo propone y se queda tan ancho; aprovechando de paso para atacar a la oposición que le ganó las últimas elecciones hace apenas dos años. Pedro Sánchez ha pactado con sus socios de la OTAN y de la Unión Europea aumentar significativamente el gasto militar de España, partida en la que actualmente y tras casi 7 años de gobierno socialista, nos encontramos a la cola. En el último año Sánchez apenas dedicó un 1,28% de nuestro PIB a gasto militar. El presidente del Gobierno se ha comprometido a elevar este gasto hasta el 2% mientras que Donald Trump exige a sus socios de la OTAN que lleguen hasta el 5%. Pero Sánchez no tiene votos para aprobar este incremento y sus socios comunistas ya le han dicho que verdes las han segado, así que le toca aprobarlo con Feijóo.

Sánchez piensa que Feijóo está obligado a sacarle adelante este compromiso internacional, como hace 15 meses le aprobó la renovación del CGPJ y hace un par de meses le salvó la subida de las pensiones, en un paquete en el que además iba el palacete de regalo al PNV y la protección de los okupas. Está convencido de ello porque Sánchez lo ha pactado así con la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, que pertenece a la CDU alemana, socio del PP. Tan seguro está del apoyo del gallego que lo ha citado el próximo jueves para una reunión de 15 minutos, en medio de las que mantendrá con sus socios proetarras de Bildu y con sus amigos golpistas de ERC, con quienes probablemente estará más tiempo a pesar de que van a votarle en contra, pero con ellos se lleva mejor y se siente más a gusto que con el gallego.

Publio Terencio Afro, autor de comedias de la época de la República romana, dijo que «mala cosa es tener un lobo cogido por las orejas, pues no sabes cómo soltarlo ni cómo continuar aguantándolo», a lo que el sabio refranero español respondería con eso otro de «más vale una vez colorado que ciento amarillo». Feijóo ni siquiera debe acudir a la cita con Sánchez; los votos que necesita, que se los pida a sus socios y si no puede gobernar, que convoque elecciones. Hay que dejar que Sánchez se estrelle, que siempre habrá tiempo después para recomponer lo que ahora se rompa. Y el soldado Sánchez que se salve solo.