Nuestros chavistas caerán junto a los de Venezuela
Más de 50 días llevan los venezolanos mostrando su rechazo al narcorégimen dictatorial y asesino, exigiendo elecciones democráticas. Empezamos la octava semana de protestas al ritmo de un asesinato diario. Héroes anónimos riegan las calles con su sangre inocente, cientos de heridos y miles de detenidos, muchos en manos de la “justicia” militar chavista. Millones de venezolanos, con los líderes opositores al frente, toman las calles día tras día, incansables, en pacíficas manifestaciones reprimidas con una crueldad a todas luces injustificada. Represión ejercida por militares, policías y colectivos chavistas armados, movilizados por el dictador Nicolás Maduro.
Todos hemos visto vídeos de la represión, que será considerada como crímenes de lesa humanidad cuando la justicia vuelva a Venezuela. Hemos visto tanquetas de la Guardia Nacional atropellando manifestantes, gases lacrimógenos disparados a quemarropa contra niños y ancianos, bandas paramilitares disparando y asesinando a civiles desarmados que huyen, grupos armados represores que actúan con la protección del Gobierno de Maduro, colectivos civiles motorizados y armados que salen desde bases militares para asesinar manifestantes y atacar a la prensa y hasta a los servicios médicos bajo la atenta mirada y la protección de la Guardia Nacional. La población civil se desangra, los estudiantes pierden el curso, los comercios cierran, la industria se paraliza, la economía se hunde, el desabastecimiento de alimentos y medicinas es total y ante tanto desorden, delincuentes, mafiosos y narcotraficantes se desenvuelven como pez en el agua.
Maduro, sostenido por los militares, ha respondido a las exigencias de democracia con más dictadura, convocando una Asamblea Constituyente “popular”, en la que la mitad de sus integrantes serán elegidos en sectores afines al Gobierno, lo que permitirá al dictador aferrarse al poder evitando las elecciones. Porque Maduro sabe que si se enfrenta a las urnas puede acabar como han acabado pagando sus crímenes otros dictadores, algunos incluso con sus vidas. Todas las encuestas muestran que al menos siete de cada diez venezolanos lo rechazan y esta proporción le es más desfavorable conforme la situación se deteriora. La Asamblea Nacional, único órgano democrático vigente, debería ya decretar el estado de emergencia, destituir al Gobierno por crímenes de lesa humanidad, tomar el control del ejército, desarmar a milicias y colectivos, liberar a los presos políticos, nombrar nuevos magistrados y constituirse en un nuevo Gobierno provisional que convoque elecciones de inmediato. O sea, estar a la altura del pueblo.
Mientras tanto aquí, Alberto Garzón y otros muchos miembros de Unidos Podemos, promueven actos de apoyo a Maduro, como el celebrado el pasado viernes en la madrileña Puerta del Sol, en el que un grupo de chavistas españoles han amenazado de muerte a una venezolana que, sorprendida, grababa tan repugnante manifestación. Uno de ellos llegó a escupirle a la cara —“qué pena que no te hayan matado a ti también”— mientras otros muchos la zarandeaban y amenazaban para intentar robarle el teléfono móvil con el que grababa. Y Monedero agrede violentamente a un periodista que le pregunta por Venezuela. Agitadores violentos que pretenden traer a España la represión chavista. El chavismo español de Podemos es responsable de los crímenes del chavismo venezolano del que no puede desvincularse porque, de hacerlo, aquellos contarían con pelos y señales todas las vergüenzas de éstos a los que antes financiaban y ahora encubren. A cambio, nuestros chavistas son prácticamente el único apoyo internacional que le queda a un régimen forajido al que ya todas las instancias internacionales rechaza. A aquellos les queda ya muy poco, en cuanto caigan aplastarán a los de aquí y terminará esta pesadilla.
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