Junqueras se come a Marta Rovira
Vayan a por palomitas y pónganse delante de la pantalla de TV3 para seguir la crisis de Esquerra. La verdad es que la cadena pública, cada vez que tiene que informar de los últimos navajazos, tiene un disgusto. No en vano de las últimas cosas que hizo Pere Aragonès antes de convocar elecciones fue aprobar 1.300 millones en cuatro años para la tele de la Generalitat.
Y lo cierto es que la cosa se está poniendo interesante. Menudean en prensa los titulares agresivos. No ya de «guerra sucia» sino también de «ataque» o «fango» directamente. El último episodio ha sido el protagonizado por Oriol Junqueras el pasado sábado. Hizo una demostración de fuerza. Lleno el Teatro de la Pasión de la localidad de Olesa de Montserrat (Barcelona).
Presentó también a su segunda de a bordo con el correspondiente efecto sorpresa: Elisenda Alamany. Técnicamente es una conversa. Empezó en los Comunes. Incluso fue portavoz en el Parlament en el 2018. Hasta que fue descabalgada por Colau. La recuerdo, en pocos meses, incluso semanas, pasando de portavoz a diputada de a pie. De allí al Grupo Mixto. Y finalmente a concejal de ERC por Barcelona. Como era la número dos de Ernest Maragall supongo que tenía aspiraciones tras su retirada. No obstante, la victoria de la candidatura oficial en el congreso de ERC por Barcelona debió cercenarle el paso. Quizá ha contribuido todo ello a dar el paso.
Sin embargo, lo más divertido fue la andanada de Junqueras contra su antigua secretaria general, Marta Rovira. Sin pelos en la lengua. La acusó directamente de ser la responsable de los últimos episodios de guerra sucia.
Marta Rovira ha afirmado que no piensa responder a los ataques «por responsabilidad». Pero, como se dice en estos casos: quien calla, otorga. Quizá por eso este martes, una dirigente de su confianza, Marta Vilaret, responsable de «Política Antirrepresiva» -para que vean por donde van los tiros en ERC- ha tenido que salir al paso en Rac1. Ha negado las acusaciones y ha asegurado que Oriol Junqueras estaba al corriente aunque, en esa época, estaba en la cárcel.
Lo cierto es que el expresidente le está comiendo el terreno a Marta Rovira. Ha hecho como Pedro Sánchez después de que lo echaran los barones en aquel famoso comité federal de octubre del 2016. Liarse la manta a la cabeza y empezar a patearse el territorio.
La todavía secretaria general ha cometido, además, varios errores. El primero fue anunciar su retirada con la esperanza de que el otro hiciera lo mismo. En plan, nos vamos los dos. Junqueras hizo oídos sordos.
Con ello ha dejado a su candidatura algo coja. Ahora han optado por el sociólogo y exalcalde de Vilassar de Dalt (9.000 habitantes) Xavier Godàs. El problema es que es desconocido para el gran público, incluso para el votante de Esquerra.
Cuando presentaron la lista a finales de agosto las caras más conocidas fueron la ex portavoz del partido, Raquel Sans, que había dimitido poco antes. La número dos en el Congreso, Teresa Jordà. Y el alcalde de Manresa, Marc Aloy, que suficientes problemas tiene en su ciudad.
Marta Rovira ni siquiera estuvo presente en el acto de presentación. Debía estar en Suiza, país en el que reside. El segundo error ha sido no haber cerrado a tiempo la crisis por los carteles de Maragall. Y eso que, cuando volvió a mediados de julio, era el primer objetivo. Hasta habían convocado un consejo nacional que tenía que zanjar el asunto.
La sospecha que empieza a extenderse es que si no se ha cerrado la crisis es porque está pringada hasta las cejas. Un dirigente de Lleida, Xavier Casanovas, ya ha pedido investigar a la aún secretaria general.
Ha habido más pasos en falso. También pidió a los altos cargos de ERC en la Generalitat socialista que dimitieran. Algunos, conocedores de su cese inmediato, dieron el paso para quedar bien. Más de doscientos siguen en activo. El propio Salvador Illa tampoco se ha dado prisa en cesarlos.
Además, es la imagen del pacto con los socialistas. Fue ella la que firmó el acuerdo con Lluïsa Moret. En esta ocasión no utilizaron el Saló del Tinell como en el primer tripartito sino el exterior de la Biblioteca de Catalunya.
Había pocas opciones, pero si el acuerdo no sale bien su imagen siempre quedará ligada a la de un presidente «españolista» para una buena parte de los militantes y votantes de Esquerra.
De hecho, el mismo día que Junqueras lanzaba la carga de profundidad, ella amenazaba al PSC si no cumplían con la «financiación singular». Era una manera de sacar pecho. No solo ante Junqueras sino también ante Junts.
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