Errejón y Aldama: dos caras más en la galería del sanchismo «regenerador»

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La política en España está viviendo un momento de degradación no conocido desde la Transición, comenzada con la llegada de Adolfo Suárez a la Moncloa a primeros de julio de 1976. La Constitución de la Concordia culminó un histórico reencuentro entre los que habían combatido y enfrentado duramente en las Cortes y en la calle, y que había desembocado en la guerra civil. La amnistía de aquel año fue una auténtica operación «de Estado» para hacer posible la Constitución del consenso. Desde entonces ha habido momentos en los que la crispación política ha estado muy presente, como en los tiempos últimos de los gobiernos de Felipe González con el caso de los GAL en primera línea, pero pese a todo nunca llegó a los niveles a los que el sanchismo ha llevado a España desde que accedió al gobierno Pedro Sánchez. Ni aquel PSOE ni el PP traspasaron determinadas líneas rojas que ahora son inexistentes por no tener el sanchismo límite alguno para mantenerse en el poder.

Accedió mediante una moción de censura y con la imposible cifra de 84 diputados para poder gobernar, pactando con todos aquellos que necesitaba para conseguir su propósito. Podemos tenía 67 diputados y fue determinante para unir al progresista separatismo catalán, al PNV y a los de Otegi para «regenerar la amenazada calidad de nuestra democracia». Golpistas y sucesores de ETA, instrumentos para ese objetivo, resulta ofensivo, pero Pablo Iglesias consiguió unirlos a todos a su comunismo populista para expulsar al PP del gobierno y colocar allí a Sánchez como auténtico rehén gubernamental suyo. Así nació el sanchismo al que Alfredo Pérez Rubalcaba se opuso promoviendo aquel Comité Federal del 1 de octubre de 2016 (significativa fecha) que sacó a Sánchez de la secretaria general del PSOE.

El motivo fue precisamente impedirle que consumara su propósito de hacer lo que, tras volver al mando de Ferraz, viene haciendo: un Frankenstein, un monstruo político. Esta semana, este monstruo ha mostrado dos nuevas caras que han convulsionado el ya crispado panorama político español, el feminismo del que alardea Sánchez ha mostrado su auténtica cara con Íñigo Errejón. Portavoz del grupo parlamentario plurinacional y socio de la coalición Frankenstein y anterior cofundador de Podemos junto a Iglesias y Monedero, era un cualificado representante del espacio de la ultraizquierda en España. Tras disputarle el liderazgo de Podemos a Iglesias, se fue a fundar lo que ahora es Más Madrid para recalar en la coalición Sumar con Yolanda Díaz, que le nombró portavoz tras el fracaso de la anterior como candidata en las pasadas elecciones gallegas. Que ahora se acredite que era un machista de tomo y lomo con una falta absoluta de respeto a las mujeres, retrata la diferencia entre «la persona y el personaje político» Errejón. Pero obliga a tomar conciencia de la hipocresía y el cinismo existente entre quienes vinieron a «conquistar el cielo» con el 15 M de 2014.

Si una cara ha sido la auténtica del feminismo sanchista, la otra ha sido y es la de Víctor Aldama, auténtico nexo de unión de toda la trama de corrupción tejida con Ábalos y Koldo como referentes más conocidos con epicentro en Ferraz y Moncloa. Refugiarse en que la fotografía de Sánchez con él era «una de tantas que los políticos se hacen con todo tipo de fans y militantes» de los partidos en actos públicos no se sostiene, conociendo las circunstancias concretas de la misma. Ya conocemos con todo lujo de detalles esas circunstancias que ponen de manifiesto que esa foto-efectuada por Koldo-era una auténtica tarjeta de presentación ante diferentes interlocutores, cooperadores necesarios en grado diverso del rescate multimillonario de Air Europa. Basta de momento comentar que al día siguiente de la instantánea, Ábalos, Koldo y Aldama partieron juntos a Oaxaca (México), a trabajar para ese proyecto, siendo Ábalos entonces ministro de Fomento y número 2 del PSOE. La investigación de la UCO, al parecer, contiene información ultrasensible sobre ese entramado de corrupción que de momento mantiene callado y encarcelado al comisionista Aldama por otro caso de corrupción. Ciertamente, provoca náuseas el nivel freático carente de toda ética y moral pública, al que se ha llegado. De la mano del sanchismo «regenerador».

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