El enemigo de España y la ley rabia
Algo tendrán que decir tres magistrados de tanto prestigio como Pablo Llarena (Tribunal Supremo), Carmen Lamela (Audiencia Nacional) o Juan Antonio Ramírez Sunyer (juzgado 13 de Barcelona) después de que el millonario trotskista Jaume Roures los haya acusado de ser unos “prevaricadores”. Una acusación tan grave no debe caer en saco roto. Menos si cabe cuando viene de un personaje tan siniestro como el dueño de Público y presidente de Mediapro. Roures ha de callar cuando se trata de dar lecciones éticas o morales, más si es para referirse con una falacia a tres profesionales íntegros e irreprochables. Cada vez que habla en esos términos hace el ridículo. Su credibilidad está por debajo de cero dado que es un coleccionista de mentiras.
Resulta paradójico que el empresario tenga una postura tan enconada contra el país que lo ha hecho rico gracias a los derechos televisivos. Una tendencia casi freudiana que incluso lo ha llevado a mover los hilos de un triunvirato que tenía como objetivo principal socavar la unidad de España y que durante una época reunió bajo su estricta supervisión a Pablo Iglesias, Xavier Domènech y Oriol Junqueras. Además de esto, su currículo es prolijo en contradicciones. Este hombre que tanto parece amar una Cataluña independiente lleva su dinero a paraísos fiscales e incumple de manera sistemática sus deberes como ciudadano. Cantidades ingentes que vuelan del fisco y que suponen un menoscabo para las pensiones, la educación, la dependencia o las infraestructuras, entre otros sectores.
No obstante, como ciertas personas poseen más osadía que razones, se atreve a insultar a unos jueces que están manteniendo una ejemplar independencia a pesar de soportar altísimos niveles de presión. Es el caso de Pablo Llarena, que ha tenido que abandonar Cataluña en compañía de su mujer para trasladarse a Madrid debido a las constantes amenazas que han recibido de los entornos separatistas. Estas declaraciones de Jaume Roures son, por tanto, como echar gasolina en el fuego. Atiza de manera irresponsable el clima de tensión que carcome la comunidad autónoma. Un hombre como él, que vive a cuerpo de rey gracias a los derechos del fútbol, tiene un perfil público que le exige ciertas responsabilidades. No obstante, carente de cualquier sentido cívico, ha disparado verbalmente contra los tres magistrados y los ha situado en el centro de la diana pública. La justicia debe responder ante este oprobio.
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