Como PP y PSOE en los peores años del País Vasco
La defensa de la legalidad en Cataluña puede tener un precio muy alto: la muerte civil. Ciudadanos ha ganado de manera brillante las elecciones autonómicas e Inés Arrimadas se ha convertido en la gran esperanza del constitucionalismo en la región, pero los integrantes de la formación que preside Albert Rivera están pagando el precio. Un pago en presiones, intimidaciones y represión. Los independentistas catalanes han creado tal atmósfera al otro lado del Ebro que se parece hasta la preocupación a aquella que sufrieron PP y PSOE en el País Vasco durante los peores años del terrorismo etarra. Bien es cierto que en el contexto actual no ha muerto nadie. No obstante, a veces la asfixia social puede ser tan grande que la anulación como individuo se queda muy cerca de la muerte física.
Resulta intolerante que una militante de Ciudadanos en Gerona encuentre su coche repleto de pintadas con lazos amarillos, elementos que utilizan los sediciosos para pedir la libertad de los golpistas encarcelados, esos a los que ellos llaman de manera falaz «presos políticos». El independentismo catalán lleva tiempo utilizando la táctica fascista de señalar a todas aquellas personas que no están de acuerdo con una deriva que, de prolongarse, acabará con Cataluña y los catalanes en la más absoluta ruina. Algo que casa con algunos de los episodios más negros de la historia de Europa en el siglo XX. Las coacciones no se quedan en meras pintadas. Una familia catalana incluso recibió amenazas de muerte por ir a votar con una bufanda de Ciudadanos. Los golpistas no se detienen ante nada cuando se trata de imponer sus ideas por la fuerza.
La propia madre de Albert Rivera ha tenido que soportar carteles y pintadas en su tienda de Granollers. El mensaje violento y radical que lanzan los separatistas desde las instituciones genera un caldo de cultivo donde el odio y la ira son dos sentimientos exacerbados que toman forma en la calle contra aquéllos que sólo quieren vivir en paz y con arreglo a la ley. Una prueba más de que el Estado de Derecho se cumple de una manera muy deficitaria en Cataluña. Sólo hay que recordar cómo insultaron a Inés Arrimadas por la calle mientras paseaba con su marido. Esta violencia no sólo pone el foco sobre los dirigentes y simpatizantes de Ciudadanos. El popular Xavier García Albiol sufrió el pasado mes de octubre —diez días después del referéndum ilegal— un escrache donde le gritaron «¡Fascista!», «¡Cabrón!», «¡Hijo de puta!» y «¡Terrorista!». La tensión era tal que de no haber estado los Mossos, quizá habríamos lamentado algo mucho peor. Con este panorama, sigue siendo fundamental que tanto la justicia como el Gobierno sigan estando muy atentos a lo que sucede allí.
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